lunes, 4 de agosto de 2008

Profesiones varias

Hasta donde yo recuerdo, aunque francamente lo he pensado más de una vez, jamás me he quejado de la profesión de la gente que conozco. Si quieren contar dinero ajeno, calcular la pendiente de la vía láctea, conocer el clima de la Patagonia, saber cómo se reproducen los cangrejos, comprender por qué los políticos existen, decir que la realidad es un constructo social, tratar de resolver problemas que no son suyos, dividir a la gente en clases sociales o saber en qué consiste la penicilina, son cosas que me valen un pepino. Al fin, siempre es bueno oír distintas opiniones de lo que la gente dice que sabe. Y entonces, por qué tanta preocupación y tanta cautela con la mía. Media docena de sujetos me han dicho más de una vez: te voy a contar algo si prometes que no lo vas a publicar mañana. Y qué si lo hago. Si una tal Ema Bovary no hubiera conocido a un tal Flaubert no sería famosa, de hecho hubiera sido una casquivana cualquiera. En cambio, por esa bonita coincidencia, ahora hasta la bandera de las feministas es. En cada pequeña doncella vive una Ema escondida (en cada doncel vive un Emo, pero eso es otra cosa), en cada grito de emancipación Ema surge de lo más profundo de su ser para decir como Mel Gibson (también con faldita y enseñando muslo): ¡Freedom! Entonces, hasta deberían agradecer que uno los inmortalice. Además, jamás les pongo nombre, así que ni que fueran tan evidentes, ¿o sí? Ustedes cuenten, cuenten, que yo nada más callo, veo y escribo.

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