Hace ya bastantes ayeres que los presuntos reyes magos develaron su identidad y tuvieron nombre y apellido conocidos. En realidad lo que pasó es que nunca revelaron nada, uno, a sus párvulos 5 años se enteró del numerito el día en que fuertes ruidos me despertaron. Con la ilusión de la circunstancia, salí presuroso en pos de encontrarme con los presuntos 3. Oh, tristeza de tristezas, horror de horrores, oh, desilusión. En lugar de 3 eran 2. En lugar de desconocidos, perfectos conocidos. En lugar de reyes, infames periodista y esposa, respectivamente. En lugar de magos, una lucha imposible contra las alas de un avión que se resistía a instalarse en el resto del aparato y en la cual muy poco había de mágico. Los vi sin que me vieran, oí sin que me oyeran y toda mi amargura se ahogó dentro de mí. Luego, volví a la cama sin más.
A la mañana siguiente, los desenmascarados me miraron con emoción mientras yo me dirigía hacia la caja de aquel avión sin alas. Entonces, sucedió. Los engañadores fueron engañados, los usurpadores usurpados. Ellos creían que no sabía, yo sabía que ellos no sabían que sabía. Vi sus ilusos rostros, sus anonadadas sonrisas y comprendí que todo aquel cuento no lo armaban para mí, sino para ellos mismos. Así que, jugamos el juego de no saber, de no saber que sabía, de creer que creía. De David contra Goliat. Mantuvimos la ilusión, ellos la suya, yo, la suya también. Comencé a volverme duro.
Años pasaron de aquello y un día, ya más grandecito, me volvió a pasar lo mismo. La presunta Virgen María develó su identidad. En realidad lo que pasó es que nunca reveló nada, uno, a sus párvulos vnt5 años se enteró del numerito el día en que fuertes ruidos me despertaron. Oh, tristeza de tristezas, horror de horrores, oh, desilusión. En lugar de 1 eran 2. En lugar de desconocidos, una y uno, respectivamente. En lugar de virgen, en pleno conocimiento bíblico con su San José. En lugar de María, ma, maría, en una lucha imposible contra un avión que se resistía a instalarse en el resto del aparato y en la cual muy poco había de virginal. Los vi sin que me vieran, oí sin que me oyeran y toda mi amargura se ahogó dentro de mí. Luego, volví a mi casa sin más.
A la mañana siguiente, los desenmascarados me miraron con emoción mientras yo no dejaba de pensar en la lucha contra aquel avión sin alas. Entonces, sucedió. Los engañadores fueron engañados, los usurpadores usurpados. Ellos creían que no sabía, yo sabía que ellos no sabían que sabía. Vi sus ilusos rostros, sus anonadadas sonrisas y comprendí que todo aquel cuento no lo armaban para mí, sino para ellos mismos. Así que, jugamos el juego de no saber, de no saber que sabía, de creer que creía. De David contra Goliat. Mantuvimos la ilusión, ellos la suya, yo, la suya también. Pero yo ya estaba duro mucho antes.
P.S. El avión, aquél, el de juguete, jamás tuvo alas, jamás voló, jamás fue un avión de veras.