miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un cuento de Terror

A media noche las cosas no son tan claras como parecen: la lámpara de noche es un brazo de ogro, la jarra de agua es una cara de elfo, en la puerta hay una señora observando y debajo de la cama se encuentra la puerta al mismo país de los fantasmas…

Jaime sabía lo que pasaba cada vez que se iba a dormir, le tranquilizaba que, afortunadamente, nunca había abierto los ojos los suficientemente rápido para ver a las horribles criaturas danzando por su habitación, pero esa noche era distinta, era tarde y su hermano, con quién compartía habitación, se había ido a casa de los primos a dormir, en cambio, las primas hacían una pijamada en la habitación de Marisa, ya era muy tarde cuando decidió que era hora de enfrentar a los ogros de la habitación, pero el cansancio da valor, así que decidió caminar a su recamara con la determinación propia de los caballeros del Rey Arturo y con el cansancio de los peregrinos…

La recámara no tiene nada peculiar, dos camas, un par de lámparas, el mueble ese de nombre raro y que sostiene a la televisión, la alfombra que es una bendición en Invierno y un suplicio en Verano, la ventana que da al jardín y que permite la entrada del sol y de la luz de la luna llena, pero esa noche, no había luna, lo que siempre es tranquilizador, saber que hoy, por lo menos hoy, no habrá lobos en el jardín, ahora sólo queda el problema de los monstruos de la habitación, pero con una pijamada en el cuarto de a lado, quizá le sean mas tentadoras las ideas sobre asustar a 4 niñas…

Se preparo para dormir, lavo sus dientes, a pesar de que papá y mamá no habían llegado a casa, se puso su remera de pijama y cuidadosamente aventó el pantalón de mezclilla y los calcetines por ahí, el caos tiene un cierto orden divino y, antes de dormir uno no le pone peros a lo divino, un poco intranquilo pero demasiado cansado como para pensar en ello, se dispuso a dormir esa fría noche del otoño, mientras en la otra habitación se escuchaban risas y cuchicheos, poco a poco su mirada se fue acostumbrando a la oscuridad, pasó una rápida revista a la habitación, todo en su lugar, -¿nunca te ha pasado? que mientras intentas mantener los ojos abiertos, cada ojo empieza a tomar su propio camino, así, mientras se hacen bizcos cada ojo se va rindiendo al ataque del sueño-, mientras el cuerpo empieza a escarbar huecos en la cama y se enreda en las trincheras de las cobijas y el edredón, el frío ayuda a que el cuerpo encuentre más rápido su lugar, no habían pasado más de diez minutos y Jaime entonaba la canción del que duerme, su respiración se hizo pausada y profunda…

Jaime llego al puerto de Morfeo y embarco a los extravagantes países de los recuerdos que todavía no han pasado, llevaba no más de tres horas dormido y soñando con un amplio campo de girasoles, cuando en medio del campo de girasoles sintió una molestia, en su sueño alcanzó a divisar a lo lejos un bulto blanco tirado en medio de un claro, con un leve movimiento como si respirara, Jaime escapo rápido de ese sueño, como apurado por una respiración en su nuca, llego a otro lugar, un pequeño bosque de espejos y de árboles de plata, sin embargo, no fue tan rápida ni tan exitosa la huída, el bulto ya estaba ahí, con su respiración reflejada en los espejos del bosque, empañando los árboles, eso fue el colmo, corrió hacia la salida pero era demasiado tarde, el bulto se encontraba también en el portal, volteo en el descampado de la entrada del país de los sueños para saber si podría distraerse con algo, pero sólo encontró la música lenta de las gaitas de su Banshee, Jaime estaba desesperado, se dio cuenta que era una pesadilla…

La pijamada había llegado a su fin, ya casi todas estaban dormidas y la única que no lo estaba cabeceaba al ritmo de los tambores de los duendes del sueño, Marisa se decidió por fin a levantarse del cojinete y dejar de cabecear para irse a dormir, de píe en su recamara pudo apreciar como Gaby ocupaba apaciblemente toda su cama mientras, Rosana, la otra prima, hacía lo suyo con la otra cama dejando aal resto de las primas en el futón apretadas, -¿te ha pasado? ¿que una de tus amigas ocupa a brazo extendido toda la cama, mientras se acuesta en diagonal para no dejar huecos útiles?-, así que no le quedó remedio que aventurarse a la recámara de sus hermanos.

Habrá que decirlo, no sólo por el riesgo a ser emboscadas por una tropa de almohadazos, sino por todo lo que uno se puede encontrar en la recámara de dos hombres:

desde el plato del desayuno de hace tres inviernos que está cuidadosamente depositado en medio del paso, hasta los pantalones de mezclilla cuidadosamente enredados entre la cama y el buró, trampa mortal, por lo menos, para los tobillos.

Así que ya le podéis ir dando crédito al valor de Marisa; cuando entro al cuarto todo parecía normal, la poca luz, los ronquidos de Jaime, así que se dispuso a dormir en la cama de Fer, su otro hermano, se acomodó en la cama, justo como sólo sabe hacerlo ella, rodando de un lado para otro hasta que el empaque de sabana, cobija y edredón forman un capullo de oruga y que no permite que sus pies o sus manos salgan a explorar el terrible frío de afuera, embarco pronto en el barco de Morfeo, el muelle estaba vacío así que pronto estuvo navegando en el mar de la imaginación, los sueños de Marisa fueron un poco raros, pero nada fuera de lo común, uno o dos saltos, ¿no te ha pasado que te tropiezas en el sueño y das un pequeño brinquito en la misma cama? , así fue cayendo en la profundidad del abismo, reino de unos pocos y conocido de todos, sin visa ni permiso, se decidió a explorar un prado verde de los recuerdos de la niñez y a respirar profundo en su capullo de seda, casi sin poder moverse, sólo los dedos de los pies que de vez en cuando luchaban entre ellos por un espacio de aire…

Jaime estaba en medio de la pesadilla, y la determinación del bulto de seguirlo a todas partes le estaba poniendo francamente mal, su movimiento se hizo pesado, trataba de huir pero no podía avanzar y en frente de su nuca el bulto lo seguía, ¿nunca te ha pasado qué en un sueño tienes un ataque de risa mientras un oso negro te persigue?, pues Jaime tenía esa sensación, la de no poder correr porque el estomago le dolía por la risa nerviosa, no podía más, así que recurrió al ancestral truco de decirse a sí mismo: “esto es un sueño, me puedo despertar cuando yo quiera”, es un truco que uno olvida cuando crece, pero todos los niños lo saben, su ángel de la guarda y el mismo Dios se los hacen saber, a Jaime sus abuelos se lo habían dicho, Dios siempre está contigo, pero como una jauría de recuerdos embravecidos por la sangre, un pensamiento asaltó su corazón y pensó, “si Dios está conmigo… ¿quién está con ese bulto?” lo señaló en el sueño, se dio cuenta que estaba en una casa gris y blanca, sin espejos, sin ventanas, sin una salida, pero el bulto se reflejaba en todas las paredes y se movía en algunos espasmos lentos y luego bruscos, no sólo eso, algo en su interior le decía que no estaba sólo, algo le decía que eso no era un mero mal sueño, que una pesadilla no podía durar tanto… “despierta, despierta, despierta, despierta, despierta ¡ carajo!…”, su cuerpo estaba tieso, sudaba frío, todavía el temblor de la mano no se había detenido, la respiración era intranquila y los ojos se acostumbraban a los lentes de la noche, cuando todo empeoró, se corto la respiración, sólo para escuchar una respiración lastimosa y profunda, supo entonces que no estaba sólo, poco a poco se dio vuelta en la cama, en la misma posición fetal en la que había despertado, fue muy cauteloso, intento no hacer ruido, casi no respiraba, aunque la adrenalina le corría el cuerpo como un látigo de sangre y su corazón latía como un pez fuera del agua, todo eso con los ojos apretando los párpados como si fuera a caer una bomba que ya está silbando sobre la cabeza, una vez que hubo girado, respiro profundo y abrió sus parpados…

La imagen lo dejó sin aliento, el frío del invierno nórdico se instaló en su cuerpo y la Banshee, la dama de los muertos le empezó a silbar en su oído las canciones de los árboles que mueren en otoño…

Ahí, en la misma recámara de juegos, de tele y de su hermano, el bulto blanco se encontraba a menos de un metro de su cama, no pudo hacer otra cosa, estaba congelado, por si fuera poco el aliento fétido y helado que le cobijaba el pecho, el bulto abrió unos ojos negros del color de la tristeza absoluta, en medio de un enmarañado de cabello largo en algo que parecía una cara blanca como la muerte, esto si era demasiado, Jaime apenas pudo ahogar un grito en medio de su garganta, no quiso llamar su atención, pero era demasiado tarde, el bulto se dio cuenta y abrió su terrible boca para dejar salir un sonido terrible, como el cuerno de los ejércitos del infierno, Jaime empezó a gritar, gritos entrecortados y tartamudos, gritos de desesperanza y angustia, mientras el bulto hacía lo mismo, como si fuera un espejo tridimensional que lo arremeda mientras devora su alma que, para ese momento, a Jaime se le escapaba por el aliento…

Cuando Jimbo y Blanca, entraron en la recámara de sus hijos mayores, francamente estaban muy asustados, los gritos los habían despertado de madrugada y, a esa hora, un grito es peor que alarma de incendios, hasta Lady y Laika, las perras de la casa, habían ladrado y aullado, pero por si fuera poco, estos gritos no son los gritos de “hay una araña negra y horrible en mi recámara”, no, son los gritos de alguien que está viendo al mismo Lucifer amarrándose las agujetas para correr con su alma… Jimbo alcanzó a prender la luz, para encontrarse a Jaime y Marisa gritándose mutuamente en las camas gemelas, los dos tenían en la cara el terror de huésped y la desesperación de dueño…

Para Marisa la luz encendida de la recámara fue un alivio, el calor le volvió al cuerpo, lo mismo que a Jaime el alma y el corazón le regresaron a la pecera de su pecho, se quedaron mirando a los ojos, voltearon a ver a sus papás, que para ese momento les veían con la mirada propia de quién no entiende nada de lo que está pasando, -¿te ha pasado que alguien te habla en tu idioma, pero no comprendes nada? ¿cómo si te hablara en el dialecto de los antiguos?-, regresaron las miradas, se volvieron a ver mutuamente, sus papás estaban ahí, la luz prendida, no había ni bulto, ni gritos, todo volvía a la calma… sólo faltaba explicarles a Blanca y a Jimbo, que para ese momento estaban casi tirados de la risa, como es que sus hijitos de veintitantos años estaban gritando a punto del llanto…

Cuando Jaime platicaba como veía un bulto en la cama de a lado y Marisa medio lloraba con que se despertó con que algo la estaba viendo a centímetros de su cara, también estallaron en carcajadas…

miércoles, 8 de diciembre de 2010

YO SÓLO QUERÍA ESCRIBIR UN LIBRO...

"Nadie puede decir que una novela es suya

si antes no se le ha dado por entero"

Xavier Velazco

Así que empezar un jueves de café con el tema: Ray quiero escribir un libro, no generó sobresalto ni mirada de hastío (con muchas menos palabras he levantado miradas al cielo y he tenido que escuchar varios “ashhhh… ahí vas otra vez…”). Más bien noté en el Ray un tono de interés, los temas “originales” (léase pendejadas locas) siempre levantan mejores expectativas de pasar una rica tarde de café que los temas de siempre (léase pendejadas a secas). Y en su muy particular estilo – condescendiente, Ray es tan condescendiente conmigo que hasta he llegado a creer que me quiere – con la mirada me dijo, a ver síguele, dime más… y lo discutimos.

Entonces, como siempre, como todo lo platicado en diez años/nalga, comenzamos otra tarde de discusión. Señorita, de una vez sírvame otro y tráigame dos vasos de agua sin hielos.

- ¿Por qué? - Porque que… - ¿Por qué te vistes como mujercita? No mames wuey… ¿Por qué quieres escribir un libro? - Aún no lo sé - Ooooo que la… ¿Para que? - Para publicarlo - De que o que.. - Pus no lo se… - Que hable de que o como… - Ps de lo que quieras mi Ray... - Pero que cuente que…. - Cualquier historia… - Dirigido a quien… - No preguntes pendejadas mi Ray. Pos como que a quien? Pos a quien quiera leernos y ya… - Aja… - ¿Que opinas? - Que opino de que… - De tu voz de mariquita puto… De aventarnos a escribirlo… - Pos…

- Pos?...

- ¿Cuando empezamos?

Ese jueves empezamos a escribir en serio - porque empezamos a escribir en serie - y nos dejamos de chaquetitas literarias precoces sin hilo ni argumento. Nos buscamos una historia que contar y nos aventamos a la aventura de contarla completita. Cambiamos los jueves-de-plática por jueves-de-escritura y sin saberlo, sin darnos cuenta todavía, nos chingamos la vida. En principio, las tardes/noches de café se llenaron de silencios frente a las computadoras de la mesa, y la plática pendeja se convirtió en miradas desesperadas por no encontrar la puta frase, esa puta frase...

Cada jueves nos despedíamos con la mirada perdida, nuestros textos no alcanzaban la belleza sublime concebida en la cabeza y sin embargo la esperanza (que por fín entendí por qué siempre muere al último) nos chingaba terca para seguir escribiendo. Y entonces los jueves de escritura se mutaban en viernes de correcciones, en sábados de correcciones de las correcciones, en domingos de derrota y desesperanza, en lunes de ambigua fortaleza mañanera, en martes de terquedad terca (a secas) y en miércoles de obligación simbólica... Los jueves volvíamos a empezar.

Yo notaba en el Ray el deterioro paultatino que reflejaba mi propia realidad. Las páginas se acumulaban mientras nuestra vida se desdibujaba (esa que nos pedía, además de todo, comer, cagar y trabajar para comer) y con el tiempo se fueron haciendo obvias las consecuencias de no tener a b s o l u t a m e n t e ninguna otra ilusión en la vida - mirádas perdidas durante todo el día en algún lugar del texto, muecas de risa en las reuniones familiares, falta de sueño por las noches y exceso por las mañanas - pero sobre todo, caras pálidas y ojeras descomunales.

Ahora, sentados frente a frente, nueve meses después, con nuestras caras azules por la maldita luz de la compu, con el cenicero lleno de colillas, con las manos congeladas por el frío (malditas cafeterías que no nos dejan fumar adentro y nos mandan a terrazas bajo cero), con casi todas nuestras ilusiones vomitadas en textos y frases sin celebrar, casi 150 hojas después (que chingue a su madre la hoja en blanco), miro al Ray y le digo, con voz insegura y casi suplicante: - Ray, creo que ya terminé...

Él, sin levantar la vista de la pantalla, me dice - Pues pídete otra... - y sólo después de notar que el silencio sigue ocupando silla en nuestra mesa, voltea a verme y me pregunta con voz insegura y casi suplicante - Ya terminaste que... el texto? - Con ojos de susto y tímida sonrisa asiento una y otra vez con la cabeza. Ray vuelve a ver la pantalla de su compu, luego mi cara y luego otra vez la pantalla, (al parecer me odia, como nunca ha odiado a nadie en el mundo) cierra la computadora, pide la cuenta y, sin siquiera despedirse se levanta y sale encabronado de la cafetería.

lunes, 22 de noviembre de 2010

LO PRIMERO QUE ESCRIBÍ EN LA VIDA...

Lo primero que quiero decir es que esta historia – como todas – empieza con una historia de amor. Aunque más correcto sería decir que empieza – como todas – con una historia de desamor. Pues mis primeros escritos iban dirigidos a un gran amor, a mi primer gran amor: Maliza Lopez Tovilla. Esa niña que me quitó el sueño el mismísimo momento en que la vi el primer día de clases de quinto de primaria. Porque desde ese entonces la adoré, la veneré e hice todo por llamar su atención.
Así, comencé por escribir cartas suspirantes (que nunca entregaba) y por sacar buenas calificaciones (pues Maliza era la más matada que hubiera llegado a la pequeña primaria de San Cristobal) y para mi sorpresa, la de mis padres y maestros competía con ella por las mejores calificaciones, los “vales de buena conducta” y hasta por responder más rápido las preguntas de los profesores. Me convertí en un ñoño en todo el sentido de la palabra. Competía con ella en todo lo que sabía que podía competirle. Eso parecía enojarla y eso, a mi entender, era lo único que podía hacer para que me ubicara en su mapa.
(Hay que entender que a mis tiernos 11 años tenía muy pocas ideas sobre cómo llamar la atención de las mujeres y la única forma que encontré para que me volteara a ver era haciéndola enojar) (Ahora sigo haciendo lo mismo con mi esposa, hacerla enojar me resulta natural)
Mientras, me pasaba tardes enteras escribiéndole cartas e imaginando que me quería y que viajaríamos – en un descapotable - a la playa más bonita del mundo. En general (es decir, siempre) sólo conseguía miradas hostiles y muchas burlas de su parte, además de una que otra palabra grosera que siempre terminaba con un ashhhh
Incluso, me inscribí al curso de teatro en el que ella estaba y donde, por ser el único hombre – era claro que el teatro, a diferencia del futbol, era para mujercitas – acabé interpretando al príncipe azul en un musical del festival de fin de curso frente a toda la escuela. Ella no participó por una diarrea catastrófica que le atacó dos noches antes del evento. Y yo, como siempre y como todo, ya no tuve los pantalones para decirle a mi madre y al Profesor Silva que ya no quería interpretar la obra y cantar las tres canciones que nunca me aprendí y que además nunca pude cantar. Fue una de las peores experiencias de mi vida. Tuve que esperar hasta el final de la secundaria para que dejaran de decirme Principito y volvieran a familiarizarse con mi nombre.
Mientras tanto, me había llenado de cartas melcochadas y cursiformes que no tenían ni pudor ni destinatario. Pues nunca hice un intento claro de entregarlas, aunque sí varios amagos. Empezaron a convertirse en un bulto difícil de esconder en el closet y en mi más crecido tesoro.
Pero mi amor unilateral terminó el mismo día en que descubrí al “gran” escritor que llevaba dentro. (Ese maldito acosador que me ha jodido la vida desde entonces…) Ese día Maliza Lopez Tovilla y mi mejor amigo Pepe Bermudes, se hicieron novios en una excursión escolar.
Mi corazoncito, mis cartas de amor, los viajes a la playa – con descapotable y todo – regresaron, entre lodo y pasto, en la suela de los zapatos del que ahora era mi mejor enemigo.
Esa misma noche descubrí que el mundo real era demasiado hijoeputa. Y el mundo que me construía escribiendo era demasiado perfecto para rechazarlo. Al llegar a casa, sin explicación alguna y sin experiencia previa lo escribí todo. Cada detalle, cada minuto de ese viaje, con todo el rencor y el dolor que le cabían a mi pequeño corazoncito destrozado a sus 11 años. Vomité en quince hojas de libreta toda mi experiencia y lloré y lloré mucho mientras mi mano le decía al papel sobre los sueños, sobre los viajes – a la playa y en descapotable – y sobre las estupideces que me había inventado en mi mundo epistolar y perfecto.
Hasta que caí exhausto…
Pero la mentira, la de querer-ser escritor, vino hasta la mañana siguiente en que volví a leer todo el texto. Era tremendo!!! Era una historia de terror perfectamente narrada. Cada vez que la leía volvía a vivir todo de nuevo y volvía a llorar. Quien sabe cuantas veces habré leído esa historia. A los 11 años nadie te cree que te has enamorado, además nadie se traga que estas deprimido. Y lo peor, nadie te deja irte de pedo escuchando una y otra vez “la que se fue”… Así que esa libreta se convirtió en mi disco de Jose Alfredo y esa historia hizo las veces del José José que todo mexicano de respeto canta cuando las pinches viejas lo mandan al carajo. Hay que cortarse las venas con galletas de animalitos.
“Lo que un dia fueeee, no será… Ya no vengas a buscarme, no tengo naaaada que darteeee, de tu alpiiiiizte me canseeeee”
La leía todas las noches antes de dormir, varias veces. Y volvía a llorar.
Al final – después de muchas noches, de años, de siglos – la libreta, las cartas y mis dolencias terminaron en la chimenea la misma noche en que resignado, le pedí a Daniela Cruz Zebadúa que fuera mi novia. Así, en un acto de expiación, digno de cualquier película holliwodense (esa gran escuela), terminé para siempre con Maliza Lopez y me aseguré además un lugar en el muy exclusivo grupo de-niños-con-novia que todos admiraban en sexto de primaria.
Nunca le mostré y ni siquiera le mencioné a nadie sobre esas cartas ni sobre nada de lo que había escrito. Y eso es precisamente lo que hizo que me contara la gran mentira. En mi mente infantil, suponía que si a mí me gustaba lo escrito, entonces simplemente era bueno y no requería de más ni mejores jueces. Empecé a soñar con escribir un libro sobre el amor – ya que era un experto – y otro sobre las ciento dieciocho formas de asesinar al mejor amigo.
Y eso que empecé a escribir, tampoco nunca se lo mostré a nadie. Y entonces nadie me dijo del posible (del seguro) bodrio-híbrido-megalómano que había en aquellas páginas de libreta de primaria. Así que sólo continué escribiendo(me) y soñando(me) con algún día ser un escritor profesional. El gran escritor, el mejor escritor del mundo.

lunes, 25 de octubre de 2010

Orsai, la revista imposible

Pildorita de la Felicidad Por Rodrigo Solís. 1 Nada más terrible que encontrar un pastelito, una confitura, una golosina que se amolde a tu paladar, que te llene de alegría, y de buenas a primeras, sin previo aviso, la saquen del mercado para siempre. Uno queda devastado mirando los estantes del supermercado, del estanquillo, de la tiendita de la esquina. Quedamos huérfanos. Desolados. Con un nudo en la garganta. Con ganas de apedrear el carrito repartidor de Marinela o Sabritas, a sabiendas de que toda queja será inútil. Algo parecido me pasó el año pasado con Orsai, mi blog favorito, sitio que tantas alegrías y consuelos me regaló durante los últimos años. Una mañana, para mi horror, dejaron de aparecer escritos actualizados, nuevos, fresquecitos.
2 Un triste año entero con tres mañanas desoladoras tuvieron que pasar para que ocurriera lo impensado. En la pantalla de mi laptop, un escrito inédito de Orsai relucía con la añorada tipografía Georgia número 13.5, informándonos a cientos de fieles lectores desperdigados en diferentes rincones del mundo, que este año para nada fue un año sabático, desperdiciado, todo lo contrario, fueron semanas de silencio, o mejor dicho, una plática de sobremesa donde se buscaba realizar un sueño de toda una vida: dar el gran salto de la red al papel, poniéndose como reto, eso sí, 12 Mandamientos, que de solo recordarlos, se me eriza la piel, tanto o más que a un católico asiduo a misa de domingo cada que realiza un desfalco, miente, engaña a su mujer, morbosea a la hija de su mejor amigo, etcétera, y comulga con los ojos cerrados el cuerpo de Cristo que le pone en la punta de la lengua el sacerdote. 1. No tendrá publicidad, ni subsidios privados o estatales. 2. Tendrá la mejor calidad gráfica del mercado. 3. Prescindirá de todos los intermediarios posibles. 4. Tendrá una versión en papel y otra, dinámica, para tablets. 5. Escribirán y dibujarán únicamente personas que admiremos mucho. 6. Llegará en menos de siete días a cualquier país del mundo. 7. Será trimestral y tendrá más de doscientas páginas. 8. En cada país costará lo que un libro (gastos de envío incluidos). 9. Contará con un capital inicial de cien mil euros. 10. La plata la ponemos nosotros, porque el sueño es nuestro. 11. Si salvamos la inversión, somos felices. 12. Si no salvamos la inversión, nos chupa un huevo. ­
3 En mi juventud, equivocada pero feliz, tras leer alguna biografía del Che Guevara, me carcomía el deseo de haber nacido en otra época, cuando el mundo creía de verdad en las ideologías y valía la pena ponerse la botas y salir a la calle a protestar en contra de gobiernos fascistas, o embarcarse en misiones suicidas a una isla. Entonces, mal que mal, terminó la dictadura perfecta en México, me dediqué a leer literatura de autores nacidos en países del primer mundo, capitalistas, y se me fue pasando la calentura, el ardor, lo rojo de la piel (dato personal: Reinaldo Arenas ayudó un poco). Descubrí que el problema del mundo no es un sistema X o Y, sino nosotros. El individuo. Donde basta un solo imbécil con iniciativa, persuasión, labia o arrojo suicida, para torcer, podrir y llevarse entre las patas a todos. Sin embargo, confieso que se me quedó clavada una espina. El poder hacer algo por la sociedad. Contribuir con mi granito de arena. Ser la piedrita en el zapato de los sinvergüenzas. El insignificante mosquito capaz de interrumpir el sueño de los poderosos. Ser capaz de dinamitar Televisa o TvAzteca, el cáncer más terrible que padece México. O apedrear la sucursal de cualquier banco, saqueadores de cuello blanco, bandidos de verdad. Quimeras, sueños imposibles, demasiado osados para un cobarde como yo. 4 El desvarío del punto anterior, el número 3, fue solo para decirles que he encontrado la espina clavada que pienso sacarme. Cito textual a Orsai: “Nuestra obsesión, de ahora en más, es demostrar que no hay crisis editorial ni económica, sino moral. Lo que hay son medios tradicionales que piensan nada más que en el dinero y se cagan en el lector, lo arrinconan y lo vician de mentiras y de engaños. Nuestro antojo es un medio de comunicación humano, honesto, de una transparencia obscena, un medio gráfico que den ganas de recibir por debajo de la puerta, pero ganas en serio. Como recibíamos en los ochentas y los noventas las revistas que nos gustaban. Y que murieron. Todas murieron”. La odisea, el objetivo titánico de Orsai es hacer un medio sin detenerse a pensar si los auspiciadores pagarán o no la contraportada de la revista. Eliminar intermediarios, traducción: chao, mafias de la distribución. Au revoir, librerías empecinadas en embolsarse el 40% de ganancia sobre el precio del libro. Orsai promete olvidarse, no preocuparse más de los recortes presupuestarios que padecen las revistas comerciales en épocas de crisis, pues el dinero que financia el proyecto, todito, lo han puesto ellos mismos, de sus bolsillos; plata que hicieron jugando, y no piensan duplicarlo (al menos esa es su idea), porque el objetivo es claro: seguir jugando.
5 ¿Tiene sentido que un tipo que escribe tenga que expresarse conforme avance o retroceda la publicidad?, es la pregunta que se plantea Orsai, la pregunta que se ha planteado todo escritor con el mínimo grado de dignidad, pero que sin embargo, escribe porque tiene que comer, viendo sus ideas cortadas por la mitad, acorraladas, flanqueadas por anuncios de bisuterías, refrescos de cola, campañas políticas, etcétera. Los despidos masivos ocurridos en los últimos años en revistas y periódicos, no nos engañemos, sí o sí, son para abaratar costos, sí o sí, en pensar cada vez menos en los lectores, en nosotros. “No puede ser posible que cuando las cosas le van muy bien a las empresas tengas que escribir menos –porque entra publicidad- y cuando las cosas le van mal a las empresas tengas que escribir menos –porque le quitan páginas al diario. ¿Qué tiene que pasar, económicamente hablando, para que los lectores leamos en paz (o para que los periodistas escribamos en paz) un texto de mil palabras?”, se pregunta Orsai pateando el tablero. 6 Los chicos de Orsai me recuerdan a esos jóvenes barbados, idealistas, suicidas que se embarcaron un día a guerrear contra el imperio, plantarle cara. -Pobres ingenuos –me dice mi chica, sabedora de cómo opera mi mente-, cuidadito te pongas en contacto con ellos. -Solamente les estoy sugiriendo un par de escritores que me gustan mucho, que me gustaría salieran del anonimato –digo con timidez mientras envío un e-mail. Selva me clava una mirada flamígera. -Ya están bastante grandecitos para soñar –dice. Lo sé, mi chica tiene razón. Mis amigos de Orsai son un par de soñadores drogones de mediana edad planeando una utopía literaria: llegar a todos los rincones del mundo sin intermediarios mafiosos y a un precio equitativo, pues según ellos, sostienen la filosofía de que es un error pensar en euros, o en dólares, o en pesos, o en soles cuando existen países con economías diferentes, o sea, lo correcto es encontrar otra unidad monetaria. ¡Una unidad monetaria creada por ellos! -¡Están locos! –grita mi chica dando un portazo. 7 La nueva moneda se llama PD$ (periódico del sábado). Unidad monetaria creada a raíz de la siguiente pregunta: ¿Cuánto cuesta el periódico de mayor tirada en tu país, los sábados? El objetivo de Orsai es que cada lector pueda adquirir la revista a un precio final de 15 PD$ (medio mes de periódicos), sin importar dónde vivas, con gastos de envío incluidos. Esta tabulación monetaria se la explico una hora después a mi chica, ya más calmada; calma que enseguida se rompe. -Y se puede saber cómo vas a comprar la revista si no tienes ni para comprar quince periódicos cada tres meses –dice-, y ni se diga comprar revistas y libros en general. Confiado, con aire triunfante, le digo que los chicos de Orsai piensan en el bien común, en la gente menos favorecida por el sistema, en los lectores ávidos de entretenimiento, que por lo general, nunca traemos un peso encima pero nos las ingeniamos para conseguir novias tetonas. -Habrá un pdf con la revista enterita –digo poniéndome de pie, sacando el pecho, levantando el dedo índice hacia el cielo-, y completamente gratis desde el diez de enero. ¿A poco no hay justicia poética? -¿Justicia poética? –se rasca la cabeza Selva-. ¿No en diciembre empiezan a pagarte por escribir tu novela? Asiento con la cabeza, aún con el dedo índice apuntando hacia el cielo cual libertador de algún país del tercer mundo. -Entonces, la próxima vez que vuelvas a quejarte de Chávez o Fidel, de la Coca-Cola o de Bill Gates –Selva me sujeta del cuello de la camiseta-, te meto un madrazo en la cara. 8 Si eres un soñador de verdad que cree en la justicia poética, o pataleas cada que ves tu ciudad inundada de espectaculares, o mejor aún, si deseas leer una revista con los escritores más divertidos del mundo sin tener que ser distraído por anuncios de colores chillones que intentan seducirte a tirar tu dinero en productos completamente inservibles, o descubrir cómo se las ingeniarán los chicos de Orsai para ingresar a Venezuela y a Cuba (en la isla la revista costará 3 PD$, o sea, 0,06 euros) con escritos y caricaturas que hagan bromas de dictaduras caribeñas, o si eres un librero que al mismo tiempo quiere hacer dinero y hacer felices a sus clientes, o si eres un escritor con talento que quiere ganar 500 euros por escrito y un año de suscripción gratuita a la revista, este es tu momento. Hernán Casciari, revolucionario literario, renunció a publicar más su columna de los domingos en el diario La Nación, de Argentina, y a su columna de los viernes en El País, de España. También le anunció a Random House Mondadori que renuncia a sacar nuevos libros con la Editorial Sudamericana de Argentina, o con Editorial Grijalbo en México, al igual que con Plaza & Janés de España. Yo no tengo editorial ni perro que me ladre, pero me subo a su barco, me pongo a sus órdenes si necesitan un grumete que friegue el piso de la cubierta o cepille los retretes, sin esperar nada a cambio, más que mirar con estos cuatro y miopes ojos que una revista finalmente sea un éxito y sobreviva sin recibir publicidad alguna de los emporios capitalistas, y, que también llegue a manos de gente oprimida por dictaduras socialistas. Es hora de que nos escuchen, llegó el día de sacarse la espina enterrada: http://orsai.es/blog/ Más escritos en: http://pildoritadelafelicidadladob.blogspot.com

jueves, 21 de octubre de 2010

Dispuesto al portazo del con Dios

Siento hoy por la noche, que mi poesía es para Polifemo,

Después del encuentro con Nadie el marinero,

Que mi escritura es la de las grutas de Altamira,

He intentado y he versado palabras de alto canto de los ancestros,

Cortado el nudo de Gordio, que Ptolomeo diga que atar y cortar no es lo mismo,

Mientras Hefestión ríe sólo de mi propia irreverencia,

Y después de pasar por los muros de Persepolis,

No he encontrado la puerta de Ishtar para poder incendiarla,

Mi caballería no entra en combate,

En el desprecio de la trinchera de enfrente,

¿seré yo el callejón sin salida de los que gustan de conjugar el verbo fracasar?

Aún así, citando al viejo andalusí de los huesos por encima del corazón,

Sé que no voy a escribir para los hombres,

Mi canto es el canto de las mariposas que bailan al viento,

Los caracoles que aúllan en el universo del jardín,

El aliento de luna que baja a encontrar hogar en el árbol,

Yo soy sangre, carne, víscera y tiempo,

La libertad que viaja en el viento del norte,

Mi corbata es la risa,

Cuando el caos es mi coliseo romano,

los que van a lidiar me saludan en el espejo.

Y hoy ha notificado mi dependiente,

de mi agencia de viaje del caos,

que el viaje inicia ahora,

felices vosotros en puerto,

yo me marcho en un barco de velas de tormenta,

si me quieres encontrar,

estoy en el laberinto conversando con Asterión.

martes, 12 de octubre de 2010

entonces, empecé a escribir...

Pero llegaron las novias de verdad (por fin llegaron). Y con ellas las cartas de amor desesperadas y las cursilerías, que riman con fusilerías, con viles tonterías, con amargas alegrías, con algarabías y Matías y confías y postrimerías… y si, también con puterías… Y que ellas recibían con el eterno gozo – no de amarme al pormayor y sin tapujos – sino de saberse amadas y por lo tanto, dignas de las más entregadas palabras.
Entre carta y carta, cuidadosamente redactada, entre poema y poema, escandalosamente acomodado, que rima con rimado, con alado, albergado, alocado, asomado… y si, también con rebuscado… Deslumbraba a chavitas quinceañeras babotas que en ese momento sentían que me querían querer. Eso me patrocinaba besos menos pudendos y más cachondeo, además de la muy esperada (todo sea por la egoteca) frase admirativa, en la que me confesaban, a veces hasta con lágrimas en los ojos, que nunca nadie les había escrito nada tan bello, que aquellas palabras las habían transportado al país de las maravillas, ese país en el que ellas jugaban a ser princesas y a mí me asignaban el nada aburrido rol de príncipe azul que las rescataba del gran dragón del tedio en el que se habían transformado sus vidas.
De vez en cuando me aseguraba una que otra noche de sexo y muchas - muchas - chaquetas. Pronto se hizo evidente que si quería conseguir más sexo y más palabras de admiración (para la egoteca por supuesto) tendría que escribir mas cartas, más cursis, más inverosímiles, mas melcochonas y más cachondas (que no lleguen a la guarrez… para evitar la bofetada), pero sobre todo más poéticas, que rima con proféticas, con esqueléticas, con américas, eléctricas, numéricas… y si, también con patéticas…
Pero alguien me leía
El gran público de pié me aplaudía (ellas y yo).
Y yo escribía
De una historia de Pamela (fragmento)

domingo, 3 de octubre de 2010

Hoy no

Cada vez que me acuesto en el cobijo de la cama,

Cuando estoy a punto de dormir

Cuando la noche ha sido suficiente para mí,

Mi propia mente salta de isla en isla,

de idea a idea,

Aterriza sin levantar vuelo y navega sin despegar,

Ideas que atraviesan el espejo y, observan al revés

Los vientos del país de las maravillas,

Ideas sin pasado ni futuro, con destino a ninguna parte

Cuando estoy en la frontera, cuando estoy en el borde,

Cuando estoy flotando entre la arena y el agua del sueño,

Cuando resisto en la espiral del laberinto,

Hay un yo por fuera de mí, un flotador, un parapente de papel de china

Hay una voz que me dice: suéltate ya… déjate ir...

Y simplemente, me dejo ir, me suelto de cualquier amarra terrenal,

Y me sumerjo en el horizonte de más allá de los parpados,

La poesía sin píes ni cabeza, la hoja en blanco

He tenido una semana de perros,

Días terribles resistiendo el gris de las oficinas,

Ideas sin sentido para resolver el día…

Disculpe usted, pero hoy no quiero hablar de boludeces,

Hoy no quiero saber nada del mundo y sus arrestos,

Hoy no quiero comentar los estados físicos de la policía

Hoy no quiero atacar los discursos de la guerra,

Hoy no estoy para trincheras de razón ni de justicia,

Hoy no ando para cafés con la diplomacia,

Hoy no ando para explicar el absurdo de la democracia.

Hoy me quiero soltar de las amarras de los pasos de las palabras,

Hoy me quiero soltar en la poesía del juego de los trazos,

De la risa y el olvido

Hoy me quiero perder en la hoja en blanco de la conversación,

Disculpe usted, disculpe querida conciencia… hoy no quiero verle, hoy no,

Hoy, meramente, me quiero soltar

Me quiero dejar ir.

Ritmos Rojos

Ritmos Rojos

A mis dieciocho no tenia gran cosa, poseía una sonrisa,

mantenía varias miradas, rentaba anécdotas ajenas,

El humo del cigarro jugaba a ser oxigeno y yo,

jugaba a beber de las bocas que nunca fueron mías,

Las bocas que no se atrevían a irse de viaje conmigo,

por no confiar en mi pluma, ni ayer ni mañana

hoy es mañana y casi todo es más sencillo,

tengo una fabrica de risas, sigo manteniendo las miradas,

oferto anécdotas y el humo del cigarro,

hace juego con el oxigeno de mi boca, sólo me sobra lo que me hace falta,

y me faltan las darbukas del desierto en el amanecer de los días,

los ojos color aceituna,

los ritmos rojos de tu cintura al ritmo oscuro de tu lejanía.

Manifiesto

Manifiesto

Permitid que os comente queridos,

Si vosotros estáis en la senda que se acompaña

De las letras y palabras, que se acomodan

En la hoja en blanco, que pretende a la poesía.

Admitid que desenrolle el contencioso, pues que,

Si vosotros pretendéis la prenda que se atosiga,

De la tinta y los trazos que a su alma le curan,

En la soberbia prosa de la música escrita…

Si lo Consentid, caros concurrentes

Me consentiré licencia para deciros

Lo que a voz de cuello grita mi corazón,

Y ¡ah, tristeza!, censura la boca mía con los dientes

Si habéis llegado a estas líneas

Condescendéis, que abra el pecho

Con el filo negro de la brutal honestidad,

Dejad os relato la hadada quimera,

Estoy harto de leer poesía de los poetas,

Que lloran mientras escriben coplas,

Por una dama que no los desvalija,

De los besos que le sobran en la boca,

Dispensad que os lo diga,

Hasta el hartazgo me he colmado

De éste bodrio disfrazado del vino,

Escanciado en la copa rota,

Saciado de estar harto estoy de imaginaros,

Con el alma como poca manteca en demasiado pan

Colmado hasta el tuétano también, de percibiros,

Como soldaditos novatos en su primera trinchera.

No preciso deciros como escribir,

No fuese esta torpe disertación un reclamo completo

Si no me reclamase mi gemelo a gritos en el espejo

Que esa espada también esgrimí

Declamo el reclamo de manifestadles que ya camino largo

Por el trance a la senda del guerrero de la alta montaña,

El camino de la poesía que se entona para entrar en batalla,

La prosa que el viento lleva al canto de los caracoles.

De tal suerte escribid sin suspiros ni tinta de cristal,

Sea pues la inspiración, la belleza que os inspira la lucha,

Por el roble sagrado y el canto del cenzontle

Reclamad por la poesía del repicar de los timbales de la guerra,

La cadena de letras fundidas en el fuego y el viento

Que instan a resistir en la última línea, hasta el último aliento, hasta la última garra…

De nuestro baluarte de la esperanza

viernes, 24 de septiembre de 2010

Presidencia a la carta

He repito hasta la saciedad que no creo en la democracia, pero esto es el colmo.

                A mi sobrina (sobrina porque me dice tío), que cursa el tercer año de primaria, le han hecho comprar un librito que se llama: hombres ilustres.

                Como se ha de suponer, es una larga lista de los llamados “hombres ilustres” con sus furibundas biografías y su foto a blanco y negro, desde Quetzalcóatl, pasando por Gutenberg y Beethoven, hasta llegar a la lista de los presidentes de México en estricto orden cronológico.

                  De por sí, ya me parece sospechoso que ser presidente de algo presuponga algo de ilustración, pero ok, respetemos a la moral en turno. Lo que me ha indignado hasta la náusea es que en esa larga lista aparezcan no sólo los últimos, incluido el actual, sino, también, ¡EL PRÓXIMO!

                SÍ, LO JURO.

                Después de la ilustre biografía de Zedillo, Fox y Calderón, nada más y nada menos que el muy ilustrísimo Enrique Peña Nieto, actual gobernador del Estado de México y, como deja vislumbrar la publicación, próximo Presidente de México.

                Y entonces, ¿para qué coño la próxima farsa? ¿Para qué gastar millones de pesos en una elección que, como un buen celular de famosa compañía, es de pre-pago? Si usted quiere, siga con sus revoluciones de papel que cuestan millones de pesos, mucho circo y poco pan. Y no olvide enviar su ayuda a Veracruz en bolsas de color rojo, para participar en la campaña.

                Yo que me sentía tan bien siendo un intelectual visionario adivinador de futuros y ahora resulta que tengo que esforzarme un poquito más. Mierda, mierda, mierda. Y mierda 3 veces más.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Patria Suave

Ya se sabe, ya se sabe. Si no fuera por la Santa Madre Tele nadie sabría hacia dónde gira el mundo. Es ella la que nos enseña a dar Gritos de muerte y libertad. Es ella quién ha de venir a decir a los pobres hijos suyos lo que es la Patria y como hay que ser para estar orgullosos de ella. Ponerse (no fumarse) la verde es hacer Patria. Ver El Noticiero es hacer Patria. Pagarle los impuestos a Televisa Cooperar con el Teletón es hacer Patria. Ver cada domingo Iniciativa México es hacer Patria. Hacer revoluciones de papel es hacer Patria.

                Sí, sí. Todo eso está muy bien y hasta parece bonito, pero, entre todo esto, ¿qué diablos es la Patria?

                La Real Academia de la Lengua dice que la Patria es “[la] Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”[1]. Así que la Patria es ese pedacito de tierra donde uno se siente como en casa, del cual se puede decir el conocido: “de aquí soy, chingao”. Y resulta que en ese pedacito de tierra hay otros que se parecen a uno, que hablan como uno, que tienen un pasado semejante al de uno y que dicen pendejadas como… como todo el mundo, pues. Y entonces uno se reconoce en los otros y los otros en uno y parece que hay cierta complicidad, cierta cercanía, cierta semejanza, un cierto no sé qué, que qué sé yo. Como diría un amigo: por eso te llevas con ellos, por eso se llevan contigo. Por eso es que vas a gritarle a los mismos 11 de la playera verde, nomás porque se parecen a ti, hasta en los traumas. Por eso es que te casas con señorita X, porque se parece a ti, hasta en los dramas. Por eso te sientas en la misma mesa con varios otros a comer pozole, porque se parecen a ti, hasta en los gases. Y entonces todos somos muy amigos, muy hermanos, muy iguales. Y sí; pero no.

                Porque, en ese pedacito de tierra, también habitan otros, que no hablan como uno, ni comen lo que uno, ni lloran como uno, ni cagan en el mismo lugar que uno. Y están ahí, con sus propias filias y sus propias fobias; con sus propios traumas y sus propios dramas. Aunque no te lleves con ellos, aunque no se lleven contigo. Y todos en el mismo pedacito de tierra peleándonos por hacer lo mismo de éste o de otro modo. Porque convivir entre iguales, o entre diferentes, siempre será un desmadre. Porque no todos siguen las mismas reglas, ni quieren las mismas cosas y el bien y el mal sólo depende del lado en que se mire. Y de todo eso se hace la Patria. Y de quién sabe cuántas cosas más.

                Y a pesar de eso, o precisamente por eso, es que con toda esa misma semejanza o diferencia, con toda nuestra carga cultural a cuestas, cuando se cierra la puerta del cuarto en donde se duerme, queda uno en su pedacito de tierra, más pedacito todavía, y nos encontramos a solas con nosotros mismos, sin otros que nos digan si es así o de otro modo, platicando en el mismo idioma que hemos conocido de toda la vida que la Patria, la de a de veras, va con nosotros a donde quiera que vamos, porque el héroe que la liberta no es otro que uno mismo y el pedacito de tierra es justo donde los pies se posan y las normas que lo consignan son de las que uno dispone y los lazos que nos vinculan están donde uno los encuentra, sin importar la frontera o la raza o la fortuna, detrás de cualquier patriotismo hay, antes que ninguna otra cosa o consigna, un ser humano tratando de ser algo, en medio de todo. Un ser humano que para gritar Viva, Arriba México tiene que estar vivo y comprender que esto de la Patria es algo más que un comercial en la Santa Madre Tele, que por encima de cualquier arquetipo patriotero, está uno, siempre uno, tratando de existir, a la mitad del mundo. Y, si no es mucho pedir, que señorita X lo comprenda.


[1] www.rae.es

miércoles, 4 de agosto de 2010

Curso expreso para incrédulos

Eso de no creer en nada no está bien. No se puede vivir así, me dijo la terapeuta. Así que me puso a la tarea de encontrar motivos, razones para vivir, cosas placenteras, algo que estrechara mi vínculo con esta vida carente de entusiasmo.

Después de un mes de intentarlo, el fútbol no funcionó. Ver holandeses pateando sin piedad a españoletes que no hallaban el modo de llegar a la portería sin una fractura no fue ni cercano al revolvente buscado. Cuando aquella experiencia acabó, descubrí que la novia a quien había pedido tiempo se había ido con un marica que no le interesaban los deportes de contacto. Cómo hay oportunistas en esta vida. El hipócrita de mierda fue campeón goleador en la preparatoria. Pero la vida cobra con creces. Un domingo querrá ver el partido del América (porque en el colmo del absurdo le va al América el muy imbécil) y quién creen que va a querer ir justo a esa hora a hacer el super en compañía de su maridito. Y yo, cruel como soy, no estaré para devolverle el favor.

Probé varias drogas y varias ideologías. Supe la diferencia entre fumar, inhalar e ingerir. Comprobé que el cristianismo prohíbe, el budismo cohíbe y el islam inhibe. Que la monarquía se vota y la democracia se impone y que el sabio propone y el gobernante pospone. Al final de todo, muertas varias millones de neuronas a causa de las drogas, pero, sobre todo, a causa de las ideologías, decidí intentar por otros lados.

Así que viajé, físicamente. La Capilla Sixtina de veras que está para más viajes. Confirmé que Avatar era una cosa de infantes. La cosa esa se me venía encima como en tercera dimensión y hecho a mano y sin computadora alguna y bastantes siglos atrás. Y juro que no me había metido nada. El viajezote te lo hace solita la monstruosidad que hay en el techo. Por eso Miguel Ángel es Miguel Ángel y James Cameron, pues… es James Cameron. Pero como nada es perfecto, mientras uno está en absoluto éxtasis, hay un güerito malencarado gritando cada 2 minutos: ¡no photos, silenzio! ¡VIETATO TOCARE! Y la puta madre que me parió. Como en los temblores: no grito, no corro, no empujo. Por lo demás, todo se parece tanto que no sorprende: una fila de casas a la derecha, otra a la izquierda, coches en medio, gente parlando, la comprensión de que si bañas a las de acá son iguales a las de allá y además, cada que te acercas a una oyes el grito con eco del güerito diciendo: ¡VIETATO TOCARE! O sea que está prohibido tocar y, aunque a uno le vale madre y toca y destoca a placer, esas prohibiciones no ayudan y, con prohibiciones o sin ellas, no sé, no sé, pero no alcanza, a pesar de que eso de venderse como material exótico logra grandes resultados.

Y luego de andar por el mundo y recorrerlo todo, vieja la fe y marchita la esperanza, volví con mi terapeuta que, a punto de darme por caso perdido, me asiló en su seno y usó la última arma que le quedaba. Como un moderno oráculo de Delphos, me envió a preguntar al sabio pulpopol sobre mi porvenir. Postrado de hinojos supliqué:

  • Oh, pulpopol, sabio y bueno, dime, qué ha de ser de mí.

Y el pulpopol, desde su magnanimidad me ha respondido:

  • Eres muy incrédulo. Así que no te diré nada-.

Luego, simplemente, se ha callado sin tragar ostión.

martes, 3 de agosto de 2010

El barco frágil de papel

Eso de hacer leña del árbol caído esconde múltiples significados (el sexual no está esta vez incluido, por puro pudor, nomás).

Iba yo a ponerme a contestar los varios comentarios de la entrada anterior, que no es mía, pero dicen que soy yo —y ya no sé si cualquier parecido con gobernadores preciosos pueda ser mera coincidencia— y descubrí que me tomaría toda la mañana. Y no es que no me pueda tomar toda una mañana ¡con todas las que me he tomado! para escribir algunas líneas por cabeza, lo que pasa es que me ha resultado más sencillo soltar la sopa así, de sopetón, sin prisa pero sin pausa.

    Hace mucho que sé que uno depende de los otros para ser lo que uno es. La imagen que nos devuelve el espejo todas las mañana deja mucho que desear. Así que no queda más remedio que dejar a la infame turba que decida si ese del espejo es o no es o todo lo contrario. Y a causa de esas tormentas, la autoestima va y viene, la pobrecita, y uno a veces es cuasi fantástico, aunque generalmente es un desastre.

    El Ray, el rústico y el de bolsillo, ha probado múltiples facetas. Ha pasado de patriota saludabanderas a mustio rezapadresnuestros y Dios te bendiga y te guarde. De salvaballenas y neozapatista desencapuchado a ateo postrado, postergado, posmoderno, pospositivo y pos vaya usté a saber qué más. De todo aquello no creo que quede ni la intención.

    Ya no creo en la Patria, la mató con política el Estado; ya no creo en la santa madre iglesia, la mató su propio dogma con pecados; ya no creo en green peace (nunca creí de hecho), la mató a arponazos el tío Sam; como Shakira (porque las caderas de Shakira tienen gran filosofía), ya no creo en Carlos Marx, lo asesinó a quemarropa Stalin; ya no creo en Dios, se mató hace 2 mil millones de años a sí mismo. ¿Así o más ateo?

     Por meras necesidades fumatorias, y por no rendir cuentas a nadie, me he pasado varios años tratando de sobrevivir como he podido frente a este capitalismo, ya no tan rampante, y no he podido mucho. Mis múltiples negligencias vienen a diario a cobrarme la factura y a instalarme en el buró de crédito de los buenos para nada. ¡Y 30 años después vengo a enterarme que ser un caso perdido también puede cotizar en la bolsa de valores!

    De todas las fes perdidas, la única que me hace levantarme a diario es la página 234 del último libro que leo y, en el transcurso del día, por puras ganas de restarle horas a las 24, me pongo a escribir pavadas en la computadora que es la promesa para el público conocedor y gracioso de un libro que nunca termina y el paliativo para mis noches de insomnio. Y sí, hasta soy capaz de platicar una que otra pendejada cuando el café es en compañía.

    Pero todo tiene un truco y, aunque el éxito de la magia es no mostrarlo, no está uno aquí para andarse con ocultismos. Se habla sólo de lo que se puede, no de lo que se sabe. Como el resto del mundo, uno habla de 2 ó 3 temas que medio conoce y lo demás lo ajusta a ellos. Al doctor en física se le habla de literatura para que no note que uno no tiene puta idea de la materia oscura, al literato de economía, al economista de antropología, al antropólogo de teología y al teólogo también de teología, total, en este caso, ninguno tiene puta idea.

    Y sí, si existiera la carrera de platicador profesional podrían pasar 3 cosas: 1) Que, en este afán mío de llevarme la contraria, hubiera estudiado otra cosa; 2) Que, como bien se ha dicho por alguien que me conoce (Doña: ¿será que en esas circunstancias nos conocimos o es que de veras resulta tan evidente?), abandonara en quinto semestre y me pusiera a arreglar computadoras; 3) Que terminara la carrerita y pasaran entre 5 y 10 años para obtener un título con una tesis sobre el silencio. Y estoy seguro que de todos modos seguiría cada mes preocupándome por pagar la renta. Así que, una lástima, eso responde insatisfactoriamente a quien ya empezaba a hacer cuentas.

    Por lo de la tecleada ahí sí tengo muy poco qué decir. He quedado impávido. Yo nomás tecleo, pues; si bien o mal eso ya se lo dejo al público conocedor y gracioso que tendrá múltiples opiniones al respecto. Además, las horas-mujer son incuantificables. De cualquier manera, y dejando todo en manos de la moral en turno, habría que hacer una concienzuda evaluación de las doncellas que han pasado por mis manos al ser tecleadas (narradas, quiero decir), lo mismo días, que horas, que minutos acaso. Lo cierto es que se van como han venido y uno se queda siempre a dos velas. En una minuciosa investigación que he realizado en años pasados, he comprobado que en esto no soy diferente al resto de los mortales. Otra lástima.

    Del resto, y visto que en rifa si salgo, en mi versión rústica o de bolsillo, habría que comenzar el casting y hacer algunas precisiones esotéricas. Dicen que soy escorpión, aunque yo estoy seguro que seré (¿soy?) cáncer ¡y de pulmón! Odio la leche, cuando escribo no conozco, cuando leo desconozco y mi deporte favorito es, como se ha adivinado bien, eso de la tecleada en sus múltiples modalidades. También yo sigo esperando mi versión de lujo, en pasta dura, papel cuché, 80mil copias vendidas, 12 reimpresiones, traducido a 14 idiomas incluidos el náhuatl y el guaraní y el modesto prólogo de Milán Kundera. A Cervantes le pasó 500 años después, así que sospecho que todos tenemos que esperar un poquitito nomás, ¡pero no prometo nada, eh!

    Como sea, lo que sí parece una certeza, en este mundo pletórico de incertidumbres, es que, no sé si tengo escuchas, mucho menos lectores, lo que tengo es un montón de amigos que de pronto, en un momento sublime de hartazgo, traicionan a su único y verdadero amor, el ma-ra-vi-llo-so y no menos detestado facebook y se toman un par de minutos al día para comprobar si sigo tecleando con decoro, a pesar de que yo no tengo una fantástica sonrisa fotogénica ni muestro mis prominentes pectorales bronceados de mis últimas vacaciones en las Bermudas ni sé lo que es una granja ni mucho menos una galleta de la fortuna ni entiendo cómo carajo hacer para enviar mensajes privados que no vean el resto de los cibernautas.

Así que, si por 2 minutos logro ganar la competencia a aquel archienemigo invencible, debe haber algo de cariño detrás. Y, visto de este modo, hasta me envuelvo yo mismo para regalo.

No sé si soy el que dicen que soy o el que digo yo que soy o todo lo contrario. Algo habrá de cierto, un poquito aunque sea.

Dicho esto, buenas tardes amigos, y enemigos. De todas maneras me tomó toda la mañana.

jueves, 29 de julio de 2010

No importa el tema, el asunto es platicarlo...

Ray y yo nos vemos desde hace más de diez años en cafeterías como esta (los últimos cinco, en esta misma). Y es que nuestra amistad es consecuencia de la tolerancia al (“agua de calcetín” que sirven como) café del Sangrons. Y aunque el café es malísimo, te sirven veinte mil tazas por sentada (después de la sexta, ya las sientes por miles) y permiten el alargue, la concha, la tranquilidad de no ser corridos por no pedir más para la mesa y asegura la lubricación bucal necesaria para seguir la plática. Frente a estas tazas de café fuimos presentados. Y luego también fue buena idea invitarlo a los cumpleaños, las pedas y fiestas de celebrar. Nos acompañamos desde entonces, y como siempre, lo que más disfrutamos es platicar. Ya no importa el tema, el asunto es platicarlo. Siempre he creído que si hubiera la profesión de platicador, aquel al que le pagarías solo por platicar cualquier tema, desde amoroso repetitivo hasta económico administrativo, pasando por futbol, política, religión, lingüística (uno de sus favoritos), literatura, cuentos, mitos, historia, anécdotas estúpidas, filosofía, chismes de barrio, viboreadas a los amigos, cocina, música, todas las artes, conciertos, grupos, sexo, psicología, antropología, educación, tecnologías, noticias, predicciones (muchas predicciones) y sobre todo lo escrito… Si alguien pagara por platicar, entonces el Ray sería muy cotizado. ¡El tipo es capaz de platicar de todo!!! - Y a que te dedicas? - Soy Platicador profesional… - A que bien!! Fíjate que necesito alguien para platicar mis pendejadas… - Claro, haz una cita, tu pagas el café y lo platicamos… Lo he comprobado durante diez años. Ray se sienta con cualquiera (y digo de verdad, cualquiera) y parece dominar (o hace parecer) el tema que salga de la boca, a veces atolondrada, del interlocutor que se presente. Lo he visto, tan tranquilo, con adolescentes lloriqueantes moqueando sobre su hombro tanto como lo he visto con doctores en filosofía, borrachos impertinentes, pachecos viajados, amigos del egocentrismo insoportables, esposas amargadas, solteros frustrados, casados sin escrúpulos, empresarios con y sin empresa, y todo esto sin apenas simular si acaso entendía nada. Por eso, por el regusto de la plática, Raymundo y yo nos hemos sentado “a tomarnos el café” semanal y puntualmente los jueves desde que tengo uso de razón (tal vez desde antes). Y la plática nos dura hasta que la mesera nos trae la cuenta (sin pedirla - porque ya son las 12 joven) o (últimamente) hasta que la cordura (el dolor de cabeza, la nausea o el miedo al derrame cerebral) nos hace decirle a la señorita “no más” cuando, con jarra empinada nos dice (y sólo a veces) – ¿le sirvo más café joven?