viernes, 12 de agosto de 2011

Yo no he querido saber.

Yo no he querido saber pero he sabido. Una de las frases más grandes que he leído yo como principio de un libro. Así empieza Corazón tan blanco, de Javier Marías. Así comienzo hoy.

Cuando empecé a escribir este blog, ya tenía otro, que intentaba ser serio, aunque nunca lo logró. Más bien rayaba entre el drama y la tragedia cursi. Se fue muriendo lentamente. Porque a la hora en que podía escribir en él ya no había una conexión disponible. Porque a las 10 de la mañana no es lo mismo que a las 3.

Porque empecé a dormir más temprano. Porque a ser lo que soy lo empecé a ser menos y lo que tengo que ser lo empecé a ser más. Porque cada día voy aprendiendo el letal hábito de ir escapando de mí mismo.

Entonces quedó éste. Cotidiano, común, chistoso pero sin gracia, tratando de decir sólo lo decible y dejar lo indecible en el baúl dormido de las 2 de la mañana. Tratando de reírme de lo que pasa al medio día y en la última borrachera y debajo de la falda de la chica de las piernas flacas y del fracaso de mis vacaciones y de lo mínimo del salario mínimo. Y nada más.

Dejé de ver periódicos y leer noticieros. En las calles ya no miro hacia abajo, para no hacer caso a las manos extendidas y veo desde un balcón las manifestaciones de los lunes. A veces hasta llego con ellas y me entero del motivo de la protesta por las consignas que suenan a mi lado.

De lo demás me río descaradamente. Del nuevo presidente y del último. Del fallido mesías y del próximo. De las ilusiones que ya sabemos en que acaban. De los planes que asemejan zopilotes. Del futuro y del pasado.

De los zapatos de tacón y de las ideas sexistas. De las religiones y sus dioses. De las rebeliones y sus antídotos. Y sobrevivo como todos. Quejándome por la fila del banco, pero pago. Por el consumo y el producto, pero compro. Por los berrinches de las quinceañeras bis, pero caigo. Del resto, no he querido saber, pero he sabido.

Así que hoy no hay risas. Por mucho que no quiero saber, por mucho que no quiero caer, por mucho que no quiero seguirles el juego a las protestas vacías, aquí estoy de nuevo, usando el foro de mi banalidad para decirlo a las 4.35 de la tarde en medio de mi horario de oficina:

No hay forma de taparse los ojos ni cerrar los oídos. No hay forma de preocuparme con seriedad de tus caderas, querida mía, mientras el mundo se va desmoronando a pedazos. Tus nalgas no alcanzan a distraerme por completo. La borrachera no sabe durar para siempre y el puto domingo hay que despertar de nuevo y, por mero accidente, por mero acto reflejo, por no llevarme  las manos a las sienes, aprieto el botón del televisor y sin querer veo todo lo que no quiero saber, pero no olvido.

Jugaré mañana o más tarde el juego de mi vida cotidiana, me hundiré otra vez a escribir manuales para una clase a medias y hasta me pasaré al otro lado de la trinchera. Pero en este justo segundo, me robo este espacio sólo para decir lo que es sabido: El mundo no va bien ni nunca ha ido. Aunque también de eso habría que reírse. Por lo menos para no tener que recurrir a blogs que por trágicos terminan en comedia. 

jueves, 4 de agosto de 2011

Instrucciones para dejar de escribir III. Prender la compu

La verdad tiene que ser dicha, mentirme a estas alturas ya es cobardía. Prender la computadora ya no es el ritual romántico de meter un papel en la máquina de escribir de antaño - esperando que lleguen las musas - ni tampoco tomar una pluma y una libreta es el acto completo de escribir si quieres ser leido, porque de todas maneras todo lo que has escrito de puño y letra habrás de pasarlo a la PC, porque ningún editor te va a recibir (y ni pensemos leer) con esa pinche letra. Hoy prender la computadora es un ritual muy distinto. Es una especie de viacrucis con nueve estaciones (por lo menos) que reducen el tiempo real de escritura – pura y dura – al ridículo. Aceptémoslo, usar una computadora sin internet es tan divertido como mirar infocomerciales de 30 minutos. Al principio te puede interesar, pero a los 5 minutos cualquier excusa es buena para hacer otra cosa. Sacarse un moco es más interesante. Entonces, sentarse “a escribir” (con reloj en mano) hoy significa:
  1. Prender la compu y esperar a que cargue todos (toooodoos) los programas. Mirar la pantalla mientras el sistema se actualiza (lo que hace 4 veces a la semana... de verdad necesita tantas pinches actualizaciones?) Que te avise que el antivirus lleva ya 348 días inactivo y que tu computadora (va a valer madres) está en riesgo. Tiempo aproximado: 3 minutos
  2. Conectarse a Internet. Esperar que el Messenger se cargue y nos avise que tenemos 14 mensajes nuevos en nuestra bandeja de entrada. Tiempo: 9 segundos
  3. Abrir el Messenger y checar quien está conectado. (generalmente nadie interesante, siempre los mismos) y de los 329 contactos que tienes, a 317 no les hablas ni alcoholizado. La mayoría siquiera sabes quienes son. De cualquier manera es el ritual. Tiempo aproximado: 20 segundos
  4. Abres tu bandeja de entrada de Hotmail. Tiempo: 8 segundos
  5. Checas que, otra vez, nadie te ha escrito, borras las cadenas pendejas que ya leíste y mandas al carajo la publicidad. Tiempo: 30 segundos
  6. Pero eso sí, te lees las pinches cadenas de chistes y las que no te habías leído (que ya son pocas), abres el link de ese video, te lo chutas, luego abres esa presentación.ppt y también te la chutas y luego le pones REENVIAR y lo mandas a la pinchemil-bola de pendejos que tienes en tu lista para que ellos también (se chinguen y) los abran. Tiempo aproximado: 20 minutos
  7. Si por alguna razón muy extraña, tienes un correo escrito especialmente para ti, de esos en los que tu eres el único destinatario y que tienen tu nombre de pila al principio y te los escribió alguien que sí conoces y que se despide diciendo Saludos o besos o abrazos o pellizco en la nalga… entonces no lo dudas y le contestas. (pero como eso es muuuuy raro, casi no mereció inciso ni mención de tiempo)
  8. Checas la carpeta de Spam, por aquello de las cochinas dudas y compruebas, por centésima vez, que sí funciona y que no, aquella editorial, la oferta (real) de trabajo, aquella vieja que te prometió escribir no han ido a parar ahí. Tiempo: 20 segundos
  9. Abres tu correo de Yahoo y de Gmail (si los tienes) y repites los incisos del 4 al 8. Tiempo: 12 minutos.
  10. Al final, como cereza del pastel (y sólo al final por que la culpa no te dejaría hacerlo desde el principio) los Dioslosbendigaporexistir (y con ustedes…. Taran taran…) ¡Facebook!!! y ¡Twitter!!! Esas plataformas que, aunque te duela aceptarlo se han convertido en tu única forma de socializar… Donde pueden pasar dos cosas:

a) No hay nada nuevo

Es decir:

  • a.1) No hay fotos nuevas de “tus amigas” las mejorcitas
  • a.2) No hay links buenos para seguir
  • a.3) De ayer a hoy nadie quiere ser tu amigo ni nadie nuevo te sigue.
  • a.4) Tu granja está igual de jodida y sigues siendo pobre (también) en el mundo virtual.
  • a.4) Nadie ha publicado nada en tu muro, no hay notificaciones para ti y la bandeja de twitts está llena de frases como: "Estoy comiendo", "Estoy cagando", "La vida es maravillosa y vale la pena ser vivida", "Nadie sabe para quién trabaja", "El mundo es una mierda y el presidente es un pendejo". Y demás cosas sin importancia, pero más bien sin trascendencia ni contextualización. El nuevo mundo del twitt.
  • a.5) De todas maneras, respondes uno que otro, le das me gusta a otras tarugadas aunque no sea cierto y pendejeas un rato enterándote de la vida de gente que ni le importas ni te importa (demasiado… si no para que...)
  • a.6) Y posteas alguna de las frases célebres que te brincan en la cabeza (igual de idiotas) para que otros, que tampoco les interesa, igual comenten. Tiempo mínimo (de todas maneras) 40 minutos.

O bien:

b) Música para tus ojos:

  • b.1) Tres personas quieren ser tus amigos, los aceptas y visitas sus perfiles para ver quien chingaos son.
  • b.2) Las dos ex-compañeras más sabrosas de la ex-preprimaria han subido fotos de sus últimas vacaciones en la playa y sólo son 514… Las miras todas.
  • b.3) Tu vieja te etiquetó en 14 fotos de la última borrachera y te pones a re-etiquetar, comentar y contestar los mensajes.
  • b.4) 4 personas han publicado algo en tu muro. No importa que, comentas.
  • b.5) 3 políticos que ni conoces twittean su último hallazgo mental, su última estupidez, su descubrimiento del agua tibia y te enfurece. Lo retwitteas y comienza la chorcha.
  • b.6) Etc, etc, etc… Tiempo: toda la puta tarde y el resto de la noche.

Para ese momento, tu “tiempo sagrado de escritura” se ha vuelto una estúpida ilusión. Faltó mencionar los tiempos para leer las noticias, checar el blog, Youtube, chatear con tus (tres) amigos y el demás chingo de pendejadas que ofrece Nuestra madre Internet. Cuyo único hijo muy amado, Google, ya no está sentado a la derecha del padre, sino de Facebook. Si tienes suerte, si los astros se alinearon y tu vieja se fue a cenar con sus amigas, tal vez (quizás) tendrás 20 minutos reales para borronear eso que querías escribir, aunque a veces (casi siempre) ya no queden ganas, ni inspiración ni nada… y entonces, lo dejas para mañana.

Vargas Llosa estaría orgulloso.