lunes, 27 de octubre de 2008

Treinta años...

Para el Ray

Treinta años despues, la vida sigue sentada aqui a mi lado. He perdido partidos que ni he jugado y he ganado campeonatos sin saber, siquiera, como... He sido tocado por mucha gente, y he tocado a demasiados... He cometido infinidad de errores. He fracasado en todo, menos en lo importante. He desperdiciado todo, excepto lo trascendente. Los he decepcionado a todos... empezando por el parto Treinta años después ya no soy ni tan joven para brincar ni tan viejo para bailar La muerte, aunque ya me hace ojitos, aun desde lejos, todavía desde lejos. Treinta años después tengo amigos que nunca veo, enemigos con los que no tengo el gusto, recuerdos que no comprendo proyectos que, como el humo, se van, para bien o para mal, arriba, muy arriba de mi cabeza... En estos 30s, mantengo, sin ánimo de lucro, la insistencia de volver a vernos de volver a estar conmigo, Treinta años después, sólo me queda una esperanza ojalá me viva treinta años más... (Feliz cumpleaños a mi...)

Volver a la vieja escuela abandonada

Siempre y cuando las paredes quieran recordar, a veces oyen las clases, otras algún grito de un niño, o dos o tres mil jugando... Aún cuando las paredes recordaran, no saben cuanto tiempo ha pasado, hace cuanto se fueron los niños, cuando el último director, cuando fue que el conserje y su familia habían decidido dejar de vivir ahí, pues la nostalgia y los fantasmas pesaban mas que sus propios límites. Pero eso no lo saben las paredes, y no lo sabrán nunca, pues están condenadas a permanecer ahí. Solas, llenas de candados, llenas de ruidos, llenas de silencios... Y aunque los días fueran tristes y las noches un poquito más, en aquella escuela abandonada, donde las paredes recuerdan, todavía se oye, muy de vez en cuando el grito de uno o dos o tres mil niños jugando... Se dice que los gritos de tantos niños pasados están destruyendo las paredes...

miércoles, 15 de octubre de 2008

Historias del antro

Una chava camina hacia la salida del atascado antro empujando gente, hace notar que tiene prisa, y su movimiento es abiertamente agresivo con los que se encuentra a su paso. No hay gritos ni llanto sonoro, pero su cara está bañada en lágrimas y su gesto es de dolor, mucho dolor (inclusive demasiado dolor).
Nadie la sigue.
En ese momento pienso que todo el teatro no le está sirviendo de nada.
Nosotros, los curiosos/ mirones/sentados en la barra/morbosos/aburridos/ de todo lo que se mueve en los antros nos quedamos esperando que alguien aparezca tras ella, sabemos (porque lo sabemos) que espera que le jalen el brazo y digan: “DETENTE, espera tantito, no te vayas…”
Pero nadie la detiene.
El momento se vuelve triste. De la burla pasamos rápido a la compasión.
Con la mirada y con el gesto nos decimos: “Uy que mal” y le damos otro sorbo a la cerveza.
Sé que compartimos la sensación de que esta noche va a acabar muy triste para ella.
Y es que... nadie la sigue.

domingo, 12 de octubre de 2008

No smoking, please

Excusas por la reincidencia. Comenzaba ya mi proceso de resignación por la flagrante prohibición de ejercer mi derecho de fumador activo. A pesar de mis quejas, en el fondo comprendo que no tengo derecho a contaminar el aire “puro” de los otros (siempre me pregunto si Pemex, las fábricas y el ya no tan rampante capitalismo sí lo tienen) y trato de ajustarme a los embates de la civilidad. Así que uno busca un sitio adecuado para ejercer su derecho fumatorio y esperar con paciencia el momento propicio. Hasta aquí todo bien. Pero cuando uno, pendejo como es, decide, en un ataque de no sé qué absurda falta de conciencia, treparse a un avión por 12 horas, comete el acto más vandálico, más cruel, más vil contra uno mismo. La promesa de paraísos varios no basta. Se comprende el terrorismo en toda su expresión, se desea hacer una amenaza de bomba cuya sublime demanda sea un minúsculo cigarrillo, unas cuantas fumaditas. La mujer de junto, conforme el tiempo transcurre, se vuelve la musa inspiradora de los más horrorosos bestiarios. Me vale, me voy a ir al baño y me voy a tragar el humo. Pues no, idea estúpida. Gritaré súbitamente con fuerte y desenfrenada voz:¡¡¡¡¡ El 5 Copas!!!!!!!!! Aprovecharé la confusión para una larga, profunda fumada a mi dulce cigarrito, luego lo lanzaré a cualquier parte y mientras exhalo la espesa nube de humo, gritaré: ¡¡¡¡Fuego, fuego!!!! Tranquilo… Respira… Leamos un poco. Media página después de ver bailar letras en forma de volutas de humo, cerramos el pinche libro traidor. Música. Putísimo Gardel cantando: Fumando espero, a la mujer que quiero. Atisbo de cordura. Serenidad y paciencia, Solín, mucha paciencia. Maldito Kalimán de mierda, por eso no eres real, culero. Película. James Bond, con deleite infinito, se fuma un enorme Montecristo No.1. Más y más ideas terroristas. Empiezo a pensar en demostrar, bajo cualquier medio, que la mujer junto a mí usa peluca. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero, al fin, seguramente falta poco para que acabe este suplicio dantesco. Y la mujer de junto, que juro usa peluca, dice algo como: Qué largo es el viaje ¿no? ¿Largo? Eterno, vieja infame, cruel como el tormento de la inquisición a los condenados. Y con mi más beatífica sonrisa le contesto un minúsculo, pero contundente: Sí. Y por si no fuera poco, deseosa que demuestre por todos los medios que usa peluca, continúa con la mejor frase que pudo habérsele ocurrido a la desgraciada: ¡Uy, sí, joven, y apenas llevamos 5 horas, todavía nos faltan 7, fíjese! ¿¿¿¿¿¿¿¿Qué quéeeeeeeeeee??????? ¡El 5 copas!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡Fuego, fuego!!!!!!!!!! P.S. El aeropuerto de Madrid es el paraíso: Cada 30 metros, hay una cabina de acrílico para fumadores, como una transparente ventana de colección de neuróticos que con la colilla del primero, encendemos el segundo cigarro y con la de éste el tercero. Por fin mi nublada vista comienza a reconocer más que sombras y las voces a mi alrededor dicen algo que otra vez tiene sentido.