sábado, 1 de agosto de 2009

Homo comunicatus

El primer celular en mi vida era un ladrillo de proporciones descomunales que tuve a bien colgarme en la cintura, no sé con qué intención. “El que llama paga”, anunciaba el slogan de la compañía telefónica y la canción de los tigres del norte de “con mi celular en la mano parezco empresario” empezó a perder vigencia cuando 8 de cada 10 individuos traían uno en la mano, en la bolsa o en el trasero. Por la misma época comenzó el boom del mail y el Messenger y hasta internacional se volvió uno. Acúsome de vivir, desde aquella época pegado a una pantalla hablando con gente que, de otra manera, seguramente me hubiera interesado bastante poco. Amigos de la escuela, que no eran mis amigos, ahora resultaban interesadísimos en mis idas y venidas; yo, a lo más, sólo en sus idas. Hasta recuperé uno que otro amor perdido con el cuento de “te encontré “por casualidad””. De la noche a la mañana cualquier hombre, mujer o bestia podría estar en contacto con mi ilustre persona y yo con ellos. Los mundos virtuales ahora son cosa de todos los días, 24 horas, disponibles para mí, están millones de cibernautas deseosos de comunicarse. Un Nick anuncia pomposamente las tragedias ajenas y las propias, por medio de chismógrafos virtuales sabe uno quien se casa, quien se divorcia, quien es amigo de quién y quién enemigo, con mensajes microscópicos, y sin vocales, uno puede saber los deseos más ocultos de los otros y los otros de los míos, bastan 2 palabras, sin vocales, para anunciarle al mundo lo que la mañana de un sábado cualquiera nos depara y la foto del día nos muestra sonrientes frente al siglo XXI. Sí, sí, todo eso está muy bien, estamos en el num plus ultra de la comunicación, pero no entiendo por qué, ella no entiende por qué él no entiende por qué; no entiendo por qué esa chica de enfrente llora y nadie va a consolarla y nadie sabe lo que le pasa ni por qué siguen llegando al psicólogo bastantes con síndrome de un no sé qué que qué sé yo y nadie trae en el bolsillo lo que andaba buscando. De todos modos, yo sigo buscando a alguien, desde hace media hora, para tomarme un café y contarle, con más de 2 palabras sin vocales, y por más de 3 minutos, que la vida va, simplemente va y las filias y las fobias que contiene y, si no fuera mucho pedir, nos interesáramos uno en el otro mutuamente mientras dura la taza de café al menos. Sí, el que llama paga; vos podés poner la propina si te place.