domingo, 23 de enero de 2011

Breve manual para charlatanes

Lo primero y más importante es conseguirse un tema. De preferencia, exótico o erótico, sobre filosofías orientales o celtas, algunas teologías de bolsillo o filosofías de baño, alguna ideología posmoderna, alguna tendencia esotérica. Si incluye fórmulas matemáticas, fantástico; si las fuentes son contradictorias, magnífico; si no se puede comprobar, inmejorable.

Escogido el tema, hay que informarse un poco. No se espante. Basta con aprenderse de memoria palabras irrepetibles como ácido desoxirribonucleico o sociología contemporánea de la retórica profusa del ser. No se preocupe, no hay que saber lo que aquello significa. Es suficiente que en mitad de una conversación usted diga algo como: Claro, esto se refiere inexpugnablemente a la sociología contemporánea de la retórica profusa del ser. Así logrará los efectos requeridos.

Debe, también, aprender algunos nombres rimbombantes. Puede citar indistintamente a Baudelaire (se pronuncia: Bodeler; la r, a la francesa; si no sabe cómo, dígala como g; impresiona de igual modo), Voltaire (se dice: Volter; mismo caso con la r) o Marx o Engels, que se dicen tal como se escriben. A estos, adjudicarles frases y conceptos varios.

Si quiere aún mayor efecto, también incluya en su vocabulario citas o palabras en diversos idiomas. Cosas como Non plus ultra, Sine qua non o Ut supra podrá convertirlo al instante en un individuo muy considerado por el populus.

Fuentes de cabecera para su acervo cultural: Wikipedia, Youtube, Facebook, elvago.com y páginas semejantes. Libros de la editorial Selector. No olvide jamás: Google es la única verdad, especialmente los primeros 3 resultados.

Por último, lo fundamental: elección de discípulos. Un club es primordial. Es suficiente con 2 ó 3 seguidores incondicionales que no sepan decir desoxirribonucleico y con ímpetu de tener un guía, propensos a la admiración, ávidos de conocimientos nuevos.

Debe tomar una pose. Practique en el espejo. El codo en la mesa y la mano en el mentón son algo sustancial.

Siguiendo estos consejos estará usted listo para salir y predicar al mundo. En breve tendrá admiradores, enamoradas, le llamarán para conferencias y hasta publicará libros cuya venta estará hecha de antemano.

Las redes sociales le aumentarán el rating a dimensiones incalculables. Haga la prueba. Facebook, twitter y blogspot lo están llamando de modo irremisible.

Termino aquí. Tengo que atender a mis seguidores.

miércoles, 12 de enero de 2011

Amor en miércoles

Tengo una novia. Bueno, en realidad no estoy seguro si la tengo porque hoy es miércoles y es 12. Ya pasaron las fiestas y hasta los reyes magos y, después de la festividad, sobreviene la resaca. Incluyendo que, aun en esos días, puede haber indicios de tormenta.


Mas yo, que soy un fiel observador de las leyes de la naturaleza, he determinado que ante eso hay un ciclo que se cumple y que, si lo sigo a carta cabal, puedo tener una vida tranquila.

El ciclo es como sigue:

- El lunes, me quiere. Esto porque el inicio de semana la llena de buenos deseos y le parece que soy un pilar fundamental en su vida.

- El martes, no. Debido, sencillamente, a que es martes. Lo cual no requiere ninguna explicación.

- El miércoles, no sabe. Este día, porque el cine es a mitad de precio, se llena de dudas. No sabe si soy la persona correcta en su existencia, si va a soportar mis discursos aburridos y que la denuncie en un blog el resto de su vida. Hoy es miércoles, por eso tengo tiempo de escribir esto en lo que ella hace un examen de conciencia.

- El jueves, me odia. Obviamente, a causa del miércoles. Ha decidido que soy lo peor que le ha pasado en la vida. Que es mejor estar sola y no tener que pelear con un palurdo insensible como yo. Me lo ha dicho a través de un mensaje de texto que termina con la sentencia: y no se te ocurra volverme a buscar.

- El viernes (por la mañana), saca espuma por la boca. Me llama al medio día para decirme: Imbécil, llevo esperando desde ayer que me busques y tú como si nada. Qué te crees, que puedes jugar así con mis sentimientos. 45 minutos después quedamos de vernos por la tarde.

- El viernes (por la tarde), me expone, primero furibunda, luego con serenidad, por último entre sonrisas, sus filosóficos motivos de los días precedentes.

- El viernes (otra vez, pero por la noche), he pedido perdón por mi culpa, mi culpa, mi culpa y nada más que mi culpa. Ella, magnánima como es, me ha perdonado. Aunque demasiado tarde para llegar al sexo.

- El sábado, no sé lo que siente, aunque sé lo que siento yo. Ambiente festivo, escapada a un lugar cercano, sonrisas, fiesta nocturna, promesas de amor, sexo desenfrenado. Lo sé, soy un egoísta. No me he preocupado por descubrir los sentimientos de este día, no basta que la hayamos pasado tan bien.

- El domingo, resacas y culpas. No sabe qué le pasó. Está segura de quererme, no tengo por qué dudarlo. Planes para el futuro. Cómo decirle que no me gustan los gatos.

Todo esto se cumple religiosamente con las siguientes excepciones:

- La hora del día en cuestión.

- Que sobrevenga su periodo menstrual.

- Que su mejor amiga le pregunte si está segura de estar conmigo.

- Si su mamá le hace ver que no soy bueno con los niños.

- Si es enero o si es 12. O ambas.

- Todas las anteriores.

- Varias combinaciones.

- Ninguna de las anteriores.

La lluvia, el clima, la edad, el estrato social o el país de procedencia también pueden influir. Aunque no estamos aquí para meternos en complicaciones.




viernes, 7 de enero de 2011

Me carga la energía

En mi adolescencia, fui de todo, hasta deportista. El portero manco de un equipo deplorable que perdía por 11-0 apenas tocando el balón. O el fiel seguidor de Michael Jordan que lanzaba ganchos espectaculares desde la línea de 3 puntos y que, más de una vez, le destruyó de un pelotazo la torta de jamón a un pobre incauto que pasaba por ahí. Por fortuna, no rompí ningún diente.
Entre todas esas locuras pseudodeportivas, también me dio por el montañismo. Mi odio crónico por las fotos no impidió tener testimonio de aquello. Así puedo comprobar de algún modo que, lo que digo, algún día fue verdad. Todavía puedo asegurar con aire fantoche: Yo he subido el Pico de Orizaba. Y, ante la mirada incrédula de mis interlocutores, mostrar las pruebas gráficas y conseguir sincera admiración.
Pero se sabe que creer que el pasado sigue intacto en el presente es uno de los lamentables errores de los mortales.
Por añoranza, aunque en realidad podría ser por idiota, decidí subir el Tepozteco. Un miserable cerrito que se puede ascender en una hora sin demasiados sufrimientos.
A mí me tomó 2.
Lo que todo mundo hacía con suficiente dignidad, yo lo hacía con dignidad felina, es decir, a gatas. A medio camino fui rebasado por una mujer con 6 ó 7 meses de embarazo. Más adelante, el bastón de un anciano me aplastó el dedo gordo del pie derecho mientras me miraba con desdén y seguía su camino. Quise odiarlo; fue imposible. El aire no llegaba a mi cerebro con intensidad suficiente para una emoción tan intensa.
Después de varios conatos de desmayo, por fin toqué la cima. La pirámide en la cúspide me anunció que, Quetzalcóatl sabrá cómo, por fin lo había logrado.
Tendido en aquella pirámide, trataba de lograr que por fin una neurona conectara con la otra. Varios pies pasaban sobre mí.
Hecho un guiñapo, trataba de entender qué diablos me había llevado a intentar aquello.
Dicen que las pirámides sirven para cargarse de energía. Yo, francamente, lo único que sentía es que me cargaba la chingada.
Y faltaba bajar, ¡madre mía!
El descenso, a pesar de torcerme doce veces los tobillos y estar a punto de rodar al vacío como 14 veces más, sólo me costó una hora.
He tardado una semana completa en tener las fuerzas suficientes en los dedos para poder escribir esta nota.

Memorias de un paranoico 1

Era algo habitual. Un evento del que preocuparme diariamente, cada segundo. Una vez que la angustia de ese día o de esa época terminaba, de inmediato tenía otra. Un ruido constante como ladridos de un perro que no calla. Un sol cálido de amanecer acompañado de un frío en el pecho, miradas nerviosas posadas en cualquier lugar y dramáticas escenas en el escenario ficticio de mi mente. Hasta que la sensación y el miedo fueron extremos tomé conciencia. Hasta que el dolor fue intenso, pude voltear a lo que me dañaba. Nada. No había nada.
(no me pude aguantar las ganas de publicarlo... es fantástico)