miércoles, 23 de julio de 2008

De película

Hace algunos meses, tratando de hacerme la vida más entretenida, y acostumbrado a la vida en renta, también renté el servicio de cine, o sea, una de esas membresías donde por 100 pesos al mes puedes entrar cuantas veces te dé la maldita gana. Nunca pensé que estás dos palabras (maldita y gana), fueran el inicio de nuevos sufrimientos. Esperé casi un mes para que me entregaran mi tarjeta, en eso días me perdí de varias películas que quería ver, pero mi pobreza (o mi tacañería) me hizo esperar, aunque no con mucha paciencia. Por fin la tuve. Ese día me vi 3 películas en un solo día, volví al siguiente y al siguiente. Así por 2 ó 3 semanas. Pero nada es perfecto. Para la cuarta semana, las películas de mi interés eran una o dos por semana, aunque había la promesa del verano que, según me contaban los que sabían, era la gran temporada del cine. La esperanza me llenó de ilusión. Entre tanto vi algunas cosas interesantes que valieron la pena. Cuando se acabaron las opciones, empecé a ver cosas como “Amor en las vegas”, “déficit” y cosas peores. Me reía a veces. Mis neurosis volvieron a perseguirme. Descubrí que el miércoles es mal día para ir porque llega gente al 2 X 1, así que los pendejos se multiplican, y en pareja, que es lo peor. El novio le explica a la novia, entre susurros y besos, la película en cada escena y ella, que es, o se hace, pendeja, escucha todo con veneración. Para sumarme al populus traté de hacer lo mismo. Claro, no funcionó. Mi vocación de maestro tiene un límite y, en todo caso, espero alumnos con un poco, si no de inteligencia, si de imaginación (eso es bastante difícil de conseguir, por eso dejé de dar clases, excepto a un par de personas que se han ganado un poco de mi respeto). La solución era sustituir lecciones de cine por besos pero, como en esos casos soy cuadrado cual alemán, prefiero ver la película y dejar los besos para mejor ocasión. Con esta filosofía mis compañeras de cine me abandonaron a falta de explicaciones y/o besos. Así que el miércoles salió de la lista y regresé al café. Después eliminé el domingo también. El olor a “nachos”, palomitas y cosas peores, más la voz idiota de un tipo con mujer y 4 hijos que le explica a toda la familia, según su “docta” versión, de qué va la película, mientras los niños repiten cada 2 minutos, Por qué papi, por qué, me hizo estar a punto de hacer realidad mi instinto de asesino en serie. Para evitarme problemas con la ley, decidí quedarme en casa. Los demás días son soportables, pero el lunes no puedo ir (por la mencionada vocación de maestro), el martes tampoco (por mi no mencionada vocación de alumno) y el viernes me volví borracho profesional. Así que solo quedan jueves y sábado. Y estos dependen de que haya algo decoroso que ver. Sigo esperando que la promesa, que comienza a parecerme falsa, de que el verano trae lo mejor del cine, se cumpla. Por favor señores, tengo que desquitar de algún modo los 100 pesos que pago al mes y, sobre toda las cosas, tener un poco de pasiones en esta vida aburrida y fanfarrona. Sería lindo que me regresaran las malditas ganas, del cine o de algo más.

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