miércoles, 28 de septiembre de 2016

Instrucciones para acallar a la estulticia

La mejor forma conocida es el silencio. De uno, pero también de los otros. La estupidez humana es, como el universo, infinita. Ahora se dice del universo que se expande y se contrae. Aplíquese la misma regla: la estupidez humana se expande y se contrae, aunque no simétricamente. Se expande más de lo que se contrae.

                Lo anterior, para los iniciados, es, en sí mismo, una tautología. Estupidez humana es una duplicación innecesaria. Estupidez es a humanidad lo que humanidad es a estupidez. Prueba es éste discurso ipso facto.

A veces, muy de vez en cuando, se contrae un poco y Miguel Ángel pinta la Capilla Sixtina o Borges escribe El Aleph o Beethoven compone La Novena. Miguel Ángel, Borges o Beethoven. Ellos; no “la humanidad”. Y muy a pesar de formar parte de la misma.

Hasta yo, con toda mi humanidad a cuestas, tengo leves ataques de lucidez. Especialmente cuando me callo. Y sin embargo…

Para colmo de males, me pagan por no callarme, lo cual ha dimensionado mi estupidez a niveles estratosféricos. Si pudiera, contaría la sarta de idioteces que digo por minutos aunque estoy demasiado ocupado en decirlas como para tener tiempo de contarlas.

Y cuando por fin un chorrito de sensatez o una pausa para tragar saliva me hacen callarme, ocurre algo tan horripilante como mi propia perorata: alguien más, ¡oh, dios, vengativo y cruel!, toma la palabra. Y ya no hay nada qué hacer. Mis neurosis se desatan tan estratosféricamente como mi estupidez y no hay tolerancia ajena que soporte la intolerancia propia. Estúpido, cual soy, enfurezco. Qué otra cosa puedo hacer. Estupidez contra estupidez redoblada.

Así que decidí acreditar mi estupidez oficialmente. Tengo número de seguro social por ello y pertenezco a un par de nóminas. Y, claro, me hacen creer que me lo he ganado. Hasta he conseguido varias veces el título del estúpido del mes. Los bancos me ofrecen hipotecas a menos del diez por ciento anualizado, capitalizable mensualmente.

Me he especializado tanto en ella que ahora entrego reportes de resultados y planeaciones para el siguiente año. También hago cursos que me enseñan cómo aplicar mi estupidez y transmitírsela a otros, ávidos de mis estrategias de desarrollo. He conseguido acreditarme para dar cursos de capacitación.

En el primer módulo, se enseña la misión y la visión de la estulticia. En el segundo, las bases teóricas. En el tercero, las estrategias. En el cuarto, la aplicación. Para titularse hay que incubar un proyecto de estulticia y ponerlo en práctica.

He comenzado un libro que se intitula: Empoderamiento de la estulticia: aceptación y práctica en breves lecciones.

La cosa va tan bien que ahora abriré un canal de youtube. Me he autodenominado un stultuber y estoy en espera de sus likes. 



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