miércoles, 8 de diciembre de 2010

YO SÓLO QUERÍA ESCRIBIR UN LIBRO...

"Nadie puede decir que una novela es suya

si antes no se le ha dado por entero"

Xavier Velazco

Así que empezar un jueves de café con el tema: Ray quiero escribir un libro, no generó sobresalto ni mirada de hastío (con muchas menos palabras he levantado miradas al cielo y he tenido que escuchar varios “ashhhh… ahí vas otra vez…”). Más bien noté en el Ray un tono de interés, los temas “originales” (léase pendejadas locas) siempre levantan mejores expectativas de pasar una rica tarde de café que los temas de siempre (léase pendejadas a secas). Y en su muy particular estilo – condescendiente, Ray es tan condescendiente conmigo que hasta he llegado a creer que me quiere – con la mirada me dijo, a ver síguele, dime más… y lo discutimos.

Entonces, como siempre, como todo lo platicado en diez años/nalga, comenzamos otra tarde de discusión. Señorita, de una vez sírvame otro y tráigame dos vasos de agua sin hielos.

- ¿Por qué? - Porque que… - ¿Por qué te vistes como mujercita? No mames wuey… ¿Por qué quieres escribir un libro? - Aún no lo sé - Ooooo que la… ¿Para que? - Para publicarlo - De que o que.. - Pus no lo se… - Que hable de que o como… - Ps de lo que quieras mi Ray... - Pero que cuente que…. - Cualquier historia… - Dirigido a quien… - No preguntes pendejadas mi Ray. Pos como que a quien? Pos a quien quiera leernos y ya… - Aja… - ¿Que opinas? - Que opino de que… - De tu voz de mariquita puto… De aventarnos a escribirlo… - Pos…

- Pos?...

- ¿Cuando empezamos?

Ese jueves empezamos a escribir en serio - porque empezamos a escribir en serie - y nos dejamos de chaquetitas literarias precoces sin hilo ni argumento. Nos buscamos una historia que contar y nos aventamos a la aventura de contarla completita. Cambiamos los jueves-de-plática por jueves-de-escritura y sin saberlo, sin darnos cuenta todavía, nos chingamos la vida. En principio, las tardes/noches de café se llenaron de silencios frente a las computadoras de la mesa, y la plática pendeja se convirtió en miradas desesperadas por no encontrar la puta frase, esa puta frase...

Cada jueves nos despedíamos con la mirada perdida, nuestros textos no alcanzaban la belleza sublime concebida en la cabeza y sin embargo la esperanza (que por fín entendí por qué siempre muere al último) nos chingaba terca para seguir escribiendo. Y entonces los jueves de escritura se mutaban en viernes de correcciones, en sábados de correcciones de las correcciones, en domingos de derrota y desesperanza, en lunes de ambigua fortaleza mañanera, en martes de terquedad terca (a secas) y en miércoles de obligación simbólica... Los jueves volvíamos a empezar.

Yo notaba en el Ray el deterioro paultatino que reflejaba mi propia realidad. Las páginas se acumulaban mientras nuestra vida se desdibujaba (esa que nos pedía, además de todo, comer, cagar y trabajar para comer) y con el tiempo se fueron haciendo obvias las consecuencias de no tener a b s o l u t a m e n t e ninguna otra ilusión en la vida - mirádas perdidas durante todo el día en algún lugar del texto, muecas de risa en las reuniones familiares, falta de sueño por las noches y exceso por las mañanas - pero sobre todo, caras pálidas y ojeras descomunales.

Ahora, sentados frente a frente, nueve meses después, con nuestras caras azules por la maldita luz de la compu, con el cenicero lleno de colillas, con las manos congeladas por el frío (malditas cafeterías que no nos dejan fumar adentro y nos mandan a terrazas bajo cero), con casi todas nuestras ilusiones vomitadas en textos y frases sin celebrar, casi 150 hojas después (que chingue a su madre la hoja en blanco), miro al Ray y le digo, con voz insegura y casi suplicante: - Ray, creo que ya terminé...

Él, sin levantar la vista de la pantalla, me dice - Pues pídete otra... - y sólo después de notar que el silencio sigue ocupando silla en nuestra mesa, voltea a verme y me pregunta con voz insegura y casi suplicante - Ya terminaste que... el texto? - Con ojos de susto y tímida sonrisa asiento una y otra vez con la cabeza. Ray vuelve a ver la pantalla de su compu, luego mi cara y luego otra vez la pantalla, (al parecer me odia, como nunca ha odiado a nadie en el mundo) cierra la computadora, pide la cuenta y, sin siquiera despedirse se levanta y sale encabronado de la cafetería.

2 comentarios:

  1. ¡Y sigo encabronado! Y este mensaje no es ninguna tregua.

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  2. pero es hormonal y se te va a pasar, porque al final siempre tienes un problema para cualquier solución

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