miércoles, 15 de julio de 2009

Llamadas anónimas

La tercera llamada llegó a las 2 am, justo en el momento en que un jaguar estaba a punto de cenarse a un gamo asustado. Si no cierras la boca te mueres, dijo la misma voz de las 2 veces anteriores. Eso va a pasar tarde o temprano, le contesté con toda la dulzura que se puede tener cuando lo despiertan a uno de improviso, así que te agradecería que lo hicieras de prisa, si no el cáncer o el sida o una caída accidental desde un edificio de 20 pisos van a hacerlo antes que tú. Luego colgué y traté de seguir en lo mío, pero ya no pude saber el fin del gamo asustado. Sospecho que fue una cena suculenta. A la mañana siguiente, desperté sin tener claro si la llamada había sucedido en verdad o había sido producto de mi intoxicada cabeza. Miré el registro de llamadas. Había una justo a las 2 de un teléfono desconocido. O sea que el numerito era de a de veras. Momento de reflexión. ¿Por qué mantener la boca abierta podría matarme? ¿La epiglotis se mantiene abierta y al tragar saliva dormido…? ¿Tanta es la contaminación que…? ¿Un mosco se puede meter a explorar en mi garganta y…? ¿La nube de humo de mi cuarto entrará de golpe, toseré y…? Dios Santo, cuánta fragilidad tiene la naturaleza humana. Y cuántas buenas personas hay en el mundo que son capaces de despertarse a la mitad de la noche de tanta preocupación que les da mi bienestar. Después de esa benigna advertencia dormiré más tranquilo… ¿O será porque salí en televisión el otro día y en cadena nacional denuncié los atropellos del sistema político de este país? No. No creo. Eso ya no pasa desde tiempos de la revolufia, gracias a dios.

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