sábado, 20 de octubre de 2012

El buen salvaje


Pruébelo, sin compromiso, dicen cuando vas pasando por los lugares de comida para atrapar clientes. Maldita mercadotecnia. Al fin, acabas con una cuenta impagable y el estómago semivacío. Analogía del amor: Pruébelo, pruébelo, sin compromiso y, años después, ella se está probando el vestido de novia. Luego, la pequeña fiera que no deja de llorar y el comedor a meses sin intereses y el clóset lleno de zapatos y el bueno para nada de mí en un hotel de mala muerte por los próximos diez días prepagados. Lo cual significa que, en el fondo, sé que voy a volver.

                Como un ladrón, fui a casa cuando ella no estaba por algunas cosas mías, para sobrevivir diez días. Robinson Crusoe se ríe a carcajadas. En la oficina se han dado cuenta de la camisa arrugada y mi barba de tres días. Pretextos varios. Qué coño voy a contar si esto fuera inevitable. Cuando Pablito tenga edad de preguntar, qué diablos voy a decirle. La típica idiotez: que tu mamá y yo ya no nos queramos, no quiere decir que a ti… Patrañas. Los niños son niños, no idiotas. En honor a la verdad, debería decirle: la puta de tu madre… Ya, ya, mi cuarto de nueces de la India. Supongo que en unos años lo tomaré con más filosofía. Al fin de cuentas es un pinche acostón y basta. ¿Habrá sido uno? ¿Varios? ¿Varios acostones con el mismo? ¿Varios acostones con Varios Armandos? ¿Todos a su vez?

                La imaginación es portentosa. Si la canalizara, escribiría novelas de verdad y, en cambio, estoy aquí hecho un lío sin comprender por qué tanto desmadre por tan poco desmadre. Es mi culpa. Ah, no, ahora no nos vamos a poner de mártires. Que yo sea un bueno para nada, no le da derecho. ¿Quién putas le da derecho a nadie? Es un acuerdo tácito, supongo. ¿Los pecados de omisión cuentan como pecados? ¡Me carga la chingada! ¡Lo que me he perdido! La secretaria de las lindas piernas. La amiga de la amiga de mi amigo. ¡La francesa! ¡Mon Dieu, la francesa! Definitivamente, soy un idiota. Más que un idiota. Un eunuco. De haber sabido. ¿Podré recuperar algo de lo perdido? ¡O lalà!

                Qué mierda voy a hacer. Estoy cansado de la comida corrida y de la crema de chayote. Estoy cansado del café del Vips y de botellas de ron sin hielo. Pensándolo bien, la cosa no cambia mucho. La única diferencia formal es que en casa sí hay hielos. Y, por ahora, no tengo que elegir un solo lado de la cama. Los calzones en el piso. El sentido de libertad es tan nimio. Un pedo sonoro. ¡Hay futbol a las 2 de la mañana! Y qué puta madre me importa La Real Sociedad vs Valencia. Y además en diferido.

                A ver, pongamos las cosas en su sitio. Ella se coge a uno (¿uno?) y yo, en 9 años, no me he cogido a nadie; excepto a Shakira (varias veces, perdón Piqué, perdón), a Megan Fox (varias veces también, pero varias, varias) y a otras cuantas del mismo inalcanzable estilo, ah, y varios resfriados. O sea que, ¿todo el pedo es porque ella aprovecha (aprovecha la muy…) y yo no. ¿Será eso? ¿Será tan simple? Si yo, hipotéticamente, me cogiera unas cuantas ¿ya quedo en santa paz?

                Volví. Sin cogerme a nadie. Todavía. No fui tan estúpido para preguntarle por qué. Ella tampoco para contármelo. No hubo disculpas innecesarias. Quedamos en volver a intentarlo, por Pablito, por nosotros. Nosotros. Qué palabra tan absurda. No hemos cogido todavía. Debe ser raro. En pocos días, cuando la tensión se desvanezca, regresará la rutina de los trastes sucios. Pero que ni se atreva a reclamarme. Seamos 2 personas civilizadas. La secretaria nueva se llama Lucía y, sí, me gustan sus piernas. 

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