jueves, 25 de marzo de 2010

Tecnología que da la mano

Oh, este mundo tecnológico y globalizado es magnífico. No importa si te encuentras en Roma o en Cholula, las cosas funcionan prácticamente igual. Si no traes "cash" (como diría un tristemente célebre personaje), pues nada como ir al cajero automático y retirar tus dineros en la denominación de la moneda en curso. Si quieres pagar el cable, pues nada tan fácil como pagar online desde una computadora que puede estar lo mismo en un parque que en tu cuarto de baño (exótica manera de hacer enter al mismo tiempo que expeles un gas). O puedes tener una videoconferencia en chino mandarin con un noruego que sólo habla inglés y que vive en Francia desde la comodidad de tu retrete en Real de Catorce con la cabeza infestada de alucinantes fantasías que te hacen creer que eres un jeque árabe y te rodean 11mil vírgenes (lo más alucinante es que alguien pueda reunir al mismo tiempo y en el mismo lugar más de una virgen que sea mayor de 15 años).

Como sea, donde vaya, usted comprobará que las cosas funcionan más o menos igual, con diferencias mínimas, tan mínimas que prácticamente uno ni las nota.

Hoy me tocó el pago de la luz que, si no la pago, me deja, no sólo sin luz, sino sin cable, sin compu, sin internet, sin radio, sin rasuradora (no la uso pero tengo), sin ipod, sin contacto con el mundo; en resumen, una vida de horrores inimaginables, y a oscuras.

Así que, jocoso, me enfilo a hacer mi pago, sabiendo que la Comisión Federal de Electricidad está a la vanguardia y que cuenta, como toda empresa respetable que quiere pagos a tiempo, con un cajero automático para que yo, versado en esas costumbres, me entienda, amigablemente, con la máquina en cuestión. Y, de que fue amigable, no tengan ninguna duda.

Paso mi recibo por el escáner y sale el monto a pagar. Siguiente paso: introducir mis billetes, de uno en uno, hasta cubrir la suma. Aliso el primero para evitar que me lo devuelva. Bien estiradito, lo introduzco en la ranura. Mis temblorosas manos luchan por atinar en la pequeña línea por donde es preciso que pase. Con torpeza, meto una orilla, meto la otra y, como muestra de lo mal que lo hago, la compuerta se abre para permitir la salida de unos dedos que se estiran desde dentro de la máquina para ayudarme.

Sí. Leyeron bien. De la ranura de la máquina unos dedos, de una mano de 5 y velluda, se estira para tomar mi billete, luego el siguiente y el siguiente. Yo estoy estupefacto. La mano, humana, para más datos, estira los dedos, toma cada billete, se oculta un momento y luego me muestra la palma para recibir el siguiente. Cuando estoy por darle el último, la misma palma se levanta en señal de stop. Con el dedo índice me hace señales de: no más. Yo aliso mi billete e insisto. La mano vuelve a hacer stop y a decir que no. Un tercer intento y una tercera contorsión de la mano. Al fin, en la pantalla, aparece un letrero que dice: lo sentimos, no podemos recibir más dinero, disculpe las molestias. Luego me sale mi ticket impreso y, en un acto de cordialidad, saludo afectivamente a la mano que aún asoma por la ranura de la máquina y me alejo.

Esto sí que es tecnología con trato muy humano. Y no. Juro que no lo inventé. Vayan al cajero de plaza dorada y compruébelo usted mismo. Esta máquina sí que le da una mano.

3 comentarios:

  1. JAJAJAJAJAJAJA. Oie, y habrá otras máquinas además de cajeros que ofrezcan el mismo servicio?

    ResponderEliminar
  2. o que tal otras manos en otras maquinas que ofrezcan otros servicios?? se me ocurren varios...

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar