miércoles, 7 de octubre de 2009

En el asiento de atrás de un coche

Si usted conduce es el protagonista de esta historia, si es el copiloto, también.

¿Nunca se ha dado usted cuenta de lo neurótico, divertido, maniático, eufórico, depresivo, carente de autoestima o presunto dueño de una situación que, reconozcámoslo, aquí entre nos, nunca domina cuando va al volante?

De pronto, como por arte de magia, se activan sus antenas detecta pendejos. Por un misterio, imposible de dilucidar en esta nota (puesto que merece un ensayo profundo que se llame “el laberinto de la pendejez”, “posdata” y “vuelta al laberinto de la pendejez”), delante de usted siempre va el más imbécil de los imbéciles, la mujer más tarada de la historia, el tope más gigantesco nunca antes visto (recordará a sus interlocutores que sólo en México existen esas madres, porque ah, si viviéramos en Berlín no habría necesidad, etc.), el semáforo más innecesario del mundo, el bache más profundo del infierno, el crucero menos inteligente del planeta, el microbusero más gandúl y sí, el perro más perro de todo el departamento de tránsito.

La situación puede variar de acuerdo a la hora, el lugar, la circunstancia. Pongamos por ejemplo las 14 horas de un jueves cualquiera.

Por motivos del todo incomprensibles, resulta usted victimado por un tráfico espeluznante, por la salida desbocada de rapaces colegiales y sus dulces mamitas que han decidido instalarse en doble fila esperando al dulce angelito sudoroso, mugriento y sofocado que tiene a bien derramar sus canicas y ponerse a recogerlas de una en una mientras usted, sensato, paciente, comprensivo conductor, espera, espera, espera.

Podrían también ser las 2 de la mañana de un sábado y usted traer sus copitas de más y no importaría de todos modos. Delante de usted pasaría, en su coche recién comprado, el adolescente más irresponsable de la historia que pretende estrellarse en el siguiente semáforo y usted, prudente como es, da a su acompañante la crítica sobre esta juventud insensata que se lanza a la perdición.

Reconozcamos que usted es un conductor con mala suerte, qué remedio. El mundo lo odia y usted, en recíproca armonía, odia a todo el mundo.

Pero mientras vaya solo, seguirá siendo el dueño, único e indivisible, de ese hermoso bello momento de estar al volante en su pequeño carruaje de gloria. Pero…

¿Qué hace cuando junto a usted, como su mejor compañía, como su soporte, como alguien que lo comprende como nadie, va su linda, bella, dulce, novia, esposa, amante, movida, quelite y/o todas las anteriores?

Qué hace usted cuando con dulzura le dicen: Mi amor, mi vida, mi cielo, ¿¿¿¿¿por qué carajo no te fijas cada que pasas un tope?????? ¿No crees que vas muy rápido? ¡Cuidado, casi le das! ¡No, tú fuiste el que se atravesó! ¡Siempre haces lo mismo! ¿Qué nunca te puedes fijar? ¡Ay, Manejas horrible, un día nos vas a matar!

Lo sé, lo sé. Con esa incomprensión destruyen su pequeño reino y le aumentan una neurosis más a su difícil labor de conductor resignado.

Es esa la prueba 576576-67677/768 de que usted lleva el volante honorariamente, pero alguien más es el (la) que dirige no sólo el coche, sino también su paupérrimo destino.

Pero no se sienta solo. Lo he vivido también, aunque yo en el asiento de atrás de su coche. Y, créalo, suele ser harto interesante y genera varias teorías sobre las relaciones de pareja, la comunicación, los métodos de control y otras minucias que contaré otro día con un poco más de calma.

4 comentarios:

  1. ¿Y que pasa cuando es una la que maneja? Cuando es el novioesposoamiguitocariñosoquelitepeoresnadacomecuandohay el que va diciendo "¿porqué te paras aquí?"; "no cabes en ese lugar"; "no crees que vas demasiado rápido?"; "todos nos están rebasando"; "perdón por gritarte así, pero el semáforo estaba en rojo"; "ese ruido raro, ¿de que es?";"¿quién te enseñó a manejar? ¿tu mami?" (nótese en el último la ironía de la doble carga misógina de la intromisión). Entonces, pues, ¿debo suponer que el pobre iluso que accedió a un "raid" esperando que no vayamos a hacer nada que yo no quiera hacer, está dirigiendo mi vida? Jajajaja

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  2. Deberías ver a mi santa madre, quien mientras manejo pisa con desesperación un freno inexistente bajo sus pies y se sujeta de su asiento como quien fuera a caer en un abismo. Al verla sonrio y le digo: no te preocupes mami, diez años al volante me avalan.

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  3. Yo lo único que le digo a mi esposa cuando pisa el inexistente freno de su lado es: amor, el freno está aqui abajito mío, mira, lo ves??
    (no suele caerle en gracia y no, no ha dejado de hacerlo)

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  4. No puedo evitar hacer presion con los pies cuando soy el copiloto y llegamos acelerados a una bocacalle.
    Intersante el post.
    Volveremos.

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