lunes, 2 de febrero de 2009

Olvidos sin importancia

Hay que decir que decir "clase media" es medio decir. Lo cual significa que uno no es rico, pero tampoco pobre; no es ignorante del todo (se sabe -o se cree saber- sumar, restar, firmar vouchers, leer los instructivos de los electrodomésticos y lo que significan frases como "kilómetros por hora" o "para toda la vida"), pero tampoco culto; no es inocente, pero tampoco malévolo; no entiende que es una lucha de clases, pero se suma a las más posibles; no sabe un coño de filosofía, pero toma café en grupo mientras usa palabras como democracia, libertad, institución o paradigma.

O sea que se repudia a lo de abajo, se aspira a lo de arriba, se come el mole con cubiertos.

También es causa de mala memoria. Poco a poco, o de madrazo, se le olvida que, no hace mucho, en lugar del plastiquito azul paga todo en la cartera, traía una cartita de la última novia pa-ra-to-da-la-vi-da y en la bolsa, en lugar de las 45 llaves del coche, de la casa, del negocio, unas cuantas moneditas que alcanzaban o para el autobús de regreso o para los famosos cigarros sin filtro con papel arroz. No se acuerda, no quiere acordarse, que su viaje más largo fue a la pirámide de Cholula y su  actividad más glamurosa caminar por alguna plaza comercial semi de moda creyendo que tiraba el rostro. Su bebida favorita no era el whisky on the rocks (¿what?), sino una caguama banquetera. Su ilusión automovilística posible era un vochito 85 y no el jetta último modelo que todo mundo tiene ahora, por lo menos en la cabeza, por dios santo, hasta en la cabeza, madre mía, lo único en la cabeza.

Así que ya no es (en sus pláticas, en su memoria, en su cama, en su casa), el pobrecito adolescente que pedía coperacha para invitarle el helado más caro de la historia a la dulce niña de ojos miel que se dignó a regalarle una sonrisa. Qué va. Ahora cuenta que ella, la hermosa hija de los Iturralde, se moría por usted, que la sedujo con su encanto, con su don natural de casanova y le hizo el amor con la infinita pasión de los quince años. Ahora la única revolución posible está en el departamento de quejas y en las filas del banco con el de la camisita azul del de adelante. Los pobres siguen siéndolo por huevones mientras usted y yo seguimos chingándonos cada día para hacernos un futuro después de años de partirnos la madre en la uni, porque no, nunca nos volamos las clases ni pasamos de panzazo ni le copiamos al de junto ni nos hicimos amigos del profe buen pedo.

No. Nosotros jamás de los jamaces fuimos nada de eso y no tenemos ni la mitad de lo que merecemos.

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