miércoles, 26 de noviembre de 2008

Out side

Extrañamente a estos tiempos absurdamente fanáticos, yo soy de los pocos espectadores que nos miran el fútbol desde niños. Uno, al paso de los años, entiende por qué es un deporte tan visto: es elemental hasta la náusea. 11 vs 11 peleando, a patadas, por un balón que en 90 minutos es posible que no se meta en ninguna portería. Cualquier niño lo puede jugar sólo teniendo algún elemento girante, que no necesariamente es una pelota. Sabemos, los que lo hicimos, que una lata, un envase de plástico, cualquier cosa basta para sustituir a la pelota ausente. Por porterías ni qué decir. 2 piedras, 2 mochilas, 2 suéteres a prudente distancia bastan. Y luego, sólo la diversión de correr tras aquella lata bajo la lluvia, el sol o el frío hasta gritar desaforadamente ¡Gooool! Lo único que parece no tan elemental en el fútbol es el fuera de lugar. Que si el defensa estaba en línea con el delantero, que si el delantero iba detrás del balón son cosas que ocupan las discusiones de los especialistas por semanas. Por fortuna, en aquellos juegos de lata, uno no se ocupa de esas minucias y sólo juega sin más. Después, ante el televisor o en el estadio, gritaremos desaforados: ¡estaba adelantado, árbitro pendejo! Pero cuando uno, por infortunio, queda dentro de todo aquello, después no encuentra consolación. Cuando acaba de meter el mejor gol que jamás meterá en su estúpida vida, cuando el balón, la lata o el frutsi van directo de aquella portería imaginaria, cuando ves como frente a ti el portero se estira y vuela y vuela con el brazo y la mano extendidos y no alcanza jamás aquella hermosa curva que el balón, aquel balón que ha sido golpeado por la prodigiosa parte externa de tu pie derecho, hace en el aire, cuando una emoción desde lo más profundo de tu ser se desborda en un grito de euforia incontenida y la gloria del instante nos invade, de pronto, de lejos, como entre sueños, se escucha el sonido de un árbitro cabrón que nos avisa que algo no está bien. Entonces se comprende la esencia, la sustancia, la verdadera naturaleza de aquello que se ha dado por llamar “fuera de lugar”. El árbitro ha silbado, una lástima, una verdadera lástima, comprender que, sin importar las discusiones ni la hermosura de la jugada, lo que define a aquella regla no es estar en línea con el defensa o estar detrás del balón, sino sólo aquel sonido infame que el árbitro emite con su pito de mierda. Aquella hazaña realizada no lo será más ni pasará a las estadísticas. Se empieza a sospechar entonces la naturaleza de los fracasos.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Cronicas de mis fracasos (I)

Mi hermana se casó Luego se embarazó Luego tuvo a un lindo bebe (producto del embarazo se entiende) Luego mis papás se volvieron locos a su alrededor Poquito después dejé de ser el consentido de la familia Varios meses de terapia me hicieron entender que los bebes no son solo cajas de carton con patitas (aunque...) Aún ahora despierto chupándome el dedo pulgar, y mi terapeuta dice que hacerme pipí en la cama es sólo una fase típica del edipo no resuelto. Maldita mi suerte, tambien como hijo: soy un fracaso.

Lecciones de docencia para maestros remisos

Primera escena El Profesor le dice a sus alumnos: El proximo martes, traen su libro de texto porque no puede ser que vengan a la escuela sin sus libros!!!! Los Alumnos: Siiiiiii Segunda escena El mismo Profe: Ahora si, ya estoy harto. El que no traiga libro se me sale ahorita mismo del salon y tiene falta!!! Tercera escena El mismo Profe esta pensando en mejores estrategias de docencia. El salon se ha vuelto a quedar vacio.

martes, 11 de noviembre de 2008

Página en blanco

Hace ya 2 meses que dije algo como "aún no me he ido y ya hay media docena de historias que esperan ser contadas". Claro se ve ahora que ha sido una promesa de esas que no se van a cumplir. Y es que la media docena ahi sigue, pero ya no estoy seguro de querer contarlas. Lo que pasa es que uno se da cuenta, al paso de los días, de cosas varias, y qué cosas señores míos. Desde la época embrionaria ya le cuelgan a uno en el pescuezo (pescuezo que, dicho sea de paso, aún no existe en aquella época) varios planes, hartas perspectivas. Luego, uno solito se va colgando más. Que si economista, que si vagabundo, que si escritor, que si salvador del mundo, que si intelectual. Al final, como ya se sabe, todo se lo lleva la chingada. De aquellos sueños grandilocuentes no quedan siquiera retazos y se ve a las claras que, desde la ventana de un edificio, entre el tumulto ordinario de las calles, se es uno más de los bípedos que transitan las banquetas. De todo aquello no ha quedado sino el "delicioso" horario de oficina, amores que han dejado de ser platónicos para siempre y algunos nombres propios. De todo aquello lo único que queda por contar es que tomo cerveza en vez de whisky, que hago viajes desastrosos y que no me salen las cuentas de la felicidad. Para colmo, un asqueroso síndrome de página en blanco que es semejante a tener una fractura expuesta de tibia y peroné siendo futbolista profesional. Esperemos que en los días subsecuentes haya pronta recuperación. En tanto, dejemos que el silencio hable un poco.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Fenomenos futboleros

En el minjitorio del estadio despues del partido...
Dos aficionados se reconocen por las playeras y se saludan con un gesto de cabeza, conocido este como saludo multiocasiones, casual poco formal.
Llenamos el estadio, el pinche tecnico se guarda los titulares y perdemos el partido, dice uno mientras se lo sacude.
A wuevo, dice el otro.
Y con ese movimiento, los dos se sacuden la frustracion, la terapia y los restos de orina.
Todo al mismo tiempo.