lunes, 8 de diciembre de 2008

Relaciones Públicas

Cuando me empecé a tomar en serio esto de la escribida, me puse a buscar editores. Eso de buscar es un decir, pero la intención ahí anda. Hasta hace unos meses tenía (Ay, Dios, cómo odio el pretérito imperfecto, ¿será por eso que es imperfecto?), un libro de cuentos terminado, algunos cuentos más para el siguiente, otros en proceso y una novela a la mitad. Pero un día, maldita sea, acaeció el deceso de mi computadora. Con ella, todo lo que tenía adentro, incluida mi incipiente carrera literaria. Me deprimí. Algo así como si la novia que has tenido desde la adolescencia llegara y te dijera a punto de casarte: eres muy especial, pero me caso con otro, que en términos computacionales se traduce como “Not hard disk available”. Y entonces no me consolaban las chaquetas (hay que decir que esas nunca me han consolado, mucho menos en domingo) ni los viajes ni el alcohol. Supongo que, si ahora lo puedo contar, es porque lo peor de esto ha pasado y lo peor de aquello está por venir. Pero el caso es que, antes de todo el numerito, había pensado que, si no conseguía editores, al menos conseguiría un chingo de amigos que con sus compras agotaran rápidamente la edición. Una cruel voz, de cuyo nombre no quiero acordarme, pero sabe Dios que me está oyendo, me hizo notar que tampoco tenía tantos amigos. Entonces me deprimí (¿será que así resuelvo todos mis problemas?), luego, me decidí a hacer un blog. No es que desde aquí tenga muchos (amigos, no problemas ¿o sí?), pero la influencia de lo virtual es tan grande que aquí hasta los enemigos te leen. De hecho, comienzo a sospechar que son estos últimos los que más leen buscando hacer uso de mis traumas evidentes. Luego, en un ataque histriónico, le puse contador de visitas. Cosa que resultó peor. Descubrir que había sólo 2 lectores cada 15 días me hizo comprender que: a) La venta potencial de libros sería, a lo sumo, 2, antes de que me sacaran del mercado; b) Claramente no tengo muchos amigos, pero, según yo, no eran sólo 2, ¿qué habrá pasado con los otros (2)? ¿No serán amigos? ¿Soy elitista y no tienen acceso a internet? ¿Son ciegos? ¿Analfabetas? O, horror de horrores ¿No son amigos? (Podría incluir en la lista de incógnitas que simplemente no les gusta lo que hago, pero eso, claramente, es imposible.) Consecuencia: Sí, adivinan ustedes (2): Me deprimí (¿será que así resuelvo todos mis problemas?), luego, incluí a otro escribidor en la lista de participantes. Aquello ha resultado una gran cosa porque aquél, de cuyo nombre no quiero acordarme, pero sabe Dios que me está oyendo, no tiene cosas muy claras en la vida, pero sí una, esencial: tiene un chingo de amigos, o enemigos tratando de hacer uso de sus traumas evidentes, que para el caso es lo mismo. Así que gracias a esto, el contador de visitas me llena de ilusión. Hemos llegado a las 1300 que pueden seguir multiplicándose, hay que decir que de esa cuenta, 100 son mías, el resto ya se sabe. Así que me deprimí, naturalmente, luego, concluí que con los (2) amigos que tengo es suficiente y de ahora en adelante me dedicaré a las relaciones públicas. En esta circunstancia, el mal uso de 4 idiomas puede ser una gran cosa. Esta mañana, ante el espejo, con una ceja levantada, he comenzado a ensayar frases del tipo: Hola, qué tal, es una cascada de algarabía saludarle. Mi incapacidad de hacer amigos me ha llevado a hacerme de enemigos. Hoy le escupí a uno, le dije un piropo vulgar a otra e hice una crítica infame contra George Bataille y Wallerstein. A todos les dejé el link del presente blog. Veremos resultados.

1 comentario:

  1. Debo admitir que no se me había ocurrido tal cosa de usar tus traumas en tu contra, (y eso que no me considero tu amigo) pero ahora que lo mencionas... no suena nada mal...

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