miércoles, 5 de mayo de 2010

Mercado de valores

Ay, ay, ay, ay, comienza siempre llorando y así llorando se acaba. Maldito José Alfredo. Pero lo que no podía decir ese humilde ranchero enamorado es que las lágrimas ya cotizan en la bolsa de valores y las plañideras reciben una prima asegurada. Y en UDIS ¡las muy cabronas!

Si algo te pasara, Dios no lo quiera, me dijo con una sonrisa colgatera el agente de seguros. Pues claro. Que me ha venido con la noticia, con el descubrimiento del siglo, de que, un día, Dios no lo quiera (pero va a querer, me cae que va a querer el muy hijo de puta) este humilde pluma fácil morirá de manera irremediable.

Oh, Dios, vengativo y cruel, que matas sin piedad a tus creaturas. Oh, Dios, insensato e infame que, no conforme con hacerme la siniestra irregular con la diestra, has osado ponerme en el vil estado de la vegetación irremediable. Hazme pues pagar en instrumentos financieros el costo de tus inmisericordes designios.

He de pagar a mis plañideras que, coño, por lo que cuestan, deben de estar deliciosas. Pagaré a mi viuda el precio de haber soportado mi tos de fumador por las mañanas, mi machismo irredento, mi disfunción eréctil, mi neurosis, mis fracasos literarios, mis negligencias deliberadas, mis besos sabor tabaco sin filtro, mi tetraplejia, mis 40 años de joderla con discursos nihilistas, su insatisfacción materna y una lista interminable. Y lo he de pagar con mi prima asegurada de altos rendimientos.

Extra, extra. Mi enfisema ya cotiza en la bolsa de valores. Mis 31 años ya producen rendimientos en Nacional Financiera. Mi colesterol está a la baja por culpa de las pendejadas de Bush.

Pero mi mujer, aún desconocida, llorará entre sábanas de seda mi pérdida irremediable mientras olvida entre los brazos de un cubano prostituto, pagado con mi seguro, lo horrorosa que ha sido la vida con un anciano decrépito que lo único que sabía hacer era fumar y beber y escribir pendejadas invendibles y lanzar imprecaciones contra cualquier ente animado o inanimado, real o figurativo. Y mis hijos, la sangre de mi sangre sin derramar todavía, aprenderán en una universidad privada y en 10 cuatrimestres, lo que hay que hacer para no ser un pobre diablo como su padre y como subir los bonos de sus estúpidos talentos.

Bendita sea la oferta y la demanda. Bendita la mano invisible que mueve las leyes del mercado. Bendita mi mujer que tendrá con que limpiarse las lágrimas. Benditos mis hijos que inventarán que son hijos de un premio nobel. Malditas las plumas que se acaban. Maldito Dostoievski. Maldito whisky. Malditas radiografías que delatan lo que Dios siempre sí quiso que sucediera.

Y el idiota de José Alfredo que, cirrótico como murió, estúpido y silvestre, creyó, y además cantó a los cuatro vientos, que la vida no vale nada.

Mas todo tiene remedio. Mi agente de seguros me ha pedido que recomiende a algunos amigos. Le he recomendado a varios. Sé que Sartre agradecerá quien llore por él una vez al año mientras él se pudre entre gusanos.

 

4 comentarios:

  1. Y ese optimismo?
    Por lo menos tienes fe en tener familia y eso... pero fue algo depresivo. Estas depre?

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  2. ¿Será verdad que mi recalcitrante sarcasmo se puede confundir con optimismo?

    Afortunadamente, no tengo fe en nada, mucho menos en tener familia, ¡si con la que tengo ya no sé qué hacer!

    P.D. Se aceptan donativos para mi vasectomía.

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  3. Me pasas el número de cuenta para hacer mi depósito porque ya somos muchos. Aunque suena interesante la recompensa como posible futura viuda (pensando positivamente ja ja ja)

    Y hombre de poca fe, nunca diga nunca.

    BESOTE

    CA CO CU

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  4. Maravilloso pensamiento... no te leo deprimido ni de lejos... porque la depresion enternizada se convierte en tradición, y las tradiciones son un poquito como bonitas costumbres de vida... y a esas se les llama formas de ser... ja...
    Bello, bello, bello....

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