jueves, 27 de mayo de 2010

Lectores anónimos

Érase una vez. Fue, creo, la primera frase que leí en mi vida (en realidad, lo primero que lee uno son cosas como "el oso Susú, la mamá Ema y el papá Pepe", pero se entiende que la gente siempre idealiza y espera respuestas más románticas). De ahí, me volví experto en leer todo que lo que se me atravesara ante mis ojos; lo mismo un libro de 900 páginas que el instructivo de mi scalextric. Podía pasar días sin dormir sólo para "terminar el capítulo". Esto, naturalmente, me llevaba al capítulo siguiente y al siguiente. Al parecer, este fue también el primero de lo que después se volvería una suma importante de vicios.

    Ah, pero estos tiempos modernos lo impiden todo. Cuando la gente pregunta, a qué te dedicas, suelen hacer una cara entre de duda, espanto y desaprobación cuando contestas, tan campante: leo (hay casos en que esa respuesta provoca elucubraciones esotéricas).

    El asunto es que entre la pérdida de tiempo que representan las jornadas laborales, las reuniones sociales, los otros vicios y otras minucias, uno acaba agradeciéndole al insomnio que siga permitiendo leer algo sin el ataque violento de la infame turba.

    Y no, en efecto, las mujeres no dejan leer. Así que es preciso elegir una de las 2 actividades por vez. En esos casos no hay posibilidad de insomnio lector. Lo que en realidad sucede no es que a las mujeres les moleste que uno lea, lo que les caga hasta el tuétano de los huesos es que uno se distraiga por 2 minutos de la única actividad que debiera ser importante, única e indivisible: admirarlas (influencia asquerosa de un tal Urieta que tuvo a bien joder la vida a todos con sus teorías contemplativas). A veces te permiten trabajar o ir al baño, pero sólo si eso reporta un beneficio considerable. ¡Y leer no reporta ninguno!

    En estas instancias, es preciso confesar que uno acaba sabiendo muchas cosas no por culto, sino por feo. Mientras las chicas persiguen deportistas, ¿qué hace uno? Pues lee. Mientras persiguen empresarios exitosos, uno sigue leyendo. Mientras van en pos de aventuras, superhéroes, caballeros, uno lee y lee y lee. Qué otra cosa queda por hacer. Y esto parece una maldición hasta que el hecho se revierte.

    De pronto, no sabe uno ni cómo ni por qué (supongo que cansadas de deportistas-superhéroes-caballeros), empiezan a mirar hacia este lado del mundo. Ser "intelectual" vende bien, no cabe duda. Uno se vuelve interesante, inteligente y hasta simpático. De no tener ni perro que ladre, empieza uno a entrar, lento, pero seguro, en la infame turba. Y así llegan las quejas del amigo Hein que no sabe qué hacer con las mujeres que no dejan leer. Claro que podemos hacer una recolección de firmas y esas pavadas en protesta, pero ya se sabe en qué acaban esas cosas. En cuanto vuelvan a aparecer frente a uno, sólo con tu camisa puesta, todo este discurso y hasta las quejas se van directito a la chingada.

    En este mundo, que gusta de actividades clandestinas, leer podría ser una de ellas. Aunque auguro que, tratándose de mujeres, se puede ser acusado de infidelidad y, en colaboración con los gobiernos, a los que se sabe de antemano que tampoco les gustan los lectores, meternos a todos en un campo de concentración con los ojos vendados y sin audio libros. Seriamos pocos, eso sí.

    Por mi parte, he notado que decir que soy escritor en vez de lector causa menos repugnancia. A las mujeres las prefiero lectoras o, en su defecto, les suelo decir que estoy escribiendo un poema inmenso a sus lindas curvas. Esto a veces funciona.

3 comentarios:

  1. Yo nunca he encontrado nada malo en decir que me gusta leer. Nunca he dicho que escribo, porque no lo hago.

    Me gustan los hombres que escriben, y me gustan los hombres que leen. Claro que si de casualidad resulto ser empresario rico, caballero o atleta y además lector, mejor xD

    Me gustó mucho la parte en la que a las mujeres nos gusta que nos admiren. Pero no es tan así de feo como tu lo pintas.

    Saludos :)

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  2. Creo que la admiración y contemplación de un hombre a una mujer es un simple complemento... lo que realmente fascina a las mujeres es la admiración de aquellas que pertenecen a la misma especie... para ellas vale mil veces mas la mirada de envidia de una compañera de trabajo que 50 admiradores.

    Así es amigos.. solo somos la pimienta en ese platillo de autocontemplaciones y admiraciones femeninas

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  3. Después de leerte Ray... yo ya no leo... disfruto
    (la frase puede ser bonita, pero termina siendo cursi, y eso le quita seriedad a cualquier interacción posterior... de aqui a los besos)

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