viernes, 24 de septiembre de 2010

Presidencia a la carta

He repito hasta la saciedad que no creo en la democracia, pero esto es el colmo.

                A mi sobrina (sobrina porque me dice tío), que cursa el tercer año de primaria, le han hecho comprar un librito que se llama: hombres ilustres.

                Como se ha de suponer, es una larga lista de los llamados “hombres ilustres” con sus furibundas biografías y su foto a blanco y negro, desde Quetzalcóatl, pasando por Gutenberg y Beethoven, hasta llegar a la lista de los presidentes de México en estricto orden cronológico.

                  De por sí, ya me parece sospechoso que ser presidente de algo presuponga algo de ilustración, pero ok, respetemos a la moral en turno. Lo que me ha indignado hasta la náusea es que en esa larga lista aparezcan no sólo los últimos, incluido el actual, sino, también, ¡EL PRÓXIMO!

                SÍ, LO JURO.

                Después de la ilustre biografía de Zedillo, Fox y Calderón, nada más y nada menos que el muy ilustrísimo Enrique Peña Nieto, actual gobernador del Estado de México y, como deja vislumbrar la publicación, próximo Presidente de México.

                Y entonces, ¿para qué coño la próxima farsa? ¿Para qué gastar millones de pesos en una elección que, como un buen celular de famosa compañía, es de pre-pago? Si usted quiere, siga con sus revoluciones de papel que cuestan millones de pesos, mucho circo y poco pan. Y no olvide enviar su ayuda a Veracruz en bolsas de color rojo, para participar en la campaña.

                Yo que me sentía tan bien siendo un intelectual visionario adivinador de futuros y ahora resulta que tengo que esforzarme un poquito más. Mierda, mierda, mierda. Y mierda 3 veces más.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Patria Suave

Ya se sabe, ya se sabe. Si no fuera por la Santa Madre Tele nadie sabría hacia dónde gira el mundo. Es ella la que nos enseña a dar Gritos de muerte y libertad. Es ella quién ha de venir a decir a los pobres hijos suyos lo que es la Patria y como hay que ser para estar orgullosos de ella. Ponerse (no fumarse) la verde es hacer Patria. Ver El Noticiero es hacer Patria. Pagarle los impuestos a Televisa Cooperar con el Teletón es hacer Patria. Ver cada domingo Iniciativa México es hacer Patria. Hacer revoluciones de papel es hacer Patria.

                Sí, sí. Todo eso está muy bien y hasta parece bonito, pero, entre todo esto, ¿qué diablos es la Patria?

                La Real Academia de la Lengua dice que la Patria es “[la] Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”[1]. Así que la Patria es ese pedacito de tierra donde uno se siente como en casa, del cual se puede decir el conocido: “de aquí soy, chingao”. Y resulta que en ese pedacito de tierra hay otros que se parecen a uno, que hablan como uno, que tienen un pasado semejante al de uno y que dicen pendejadas como… como todo el mundo, pues. Y entonces uno se reconoce en los otros y los otros en uno y parece que hay cierta complicidad, cierta cercanía, cierta semejanza, un cierto no sé qué, que qué sé yo. Como diría un amigo: por eso te llevas con ellos, por eso se llevan contigo. Por eso es que vas a gritarle a los mismos 11 de la playera verde, nomás porque se parecen a ti, hasta en los traumas. Por eso es que te casas con señorita X, porque se parece a ti, hasta en los dramas. Por eso te sientas en la misma mesa con varios otros a comer pozole, porque se parecen a ti, hasta en los gases. Y entonces todos somos muy amigos, muy hermanos, muy iguales. Y sí; pero no.

                Porque, en ese pedacito de tierra, también habitan otros, que no hablan como uno, ni comen lo que uno, ni lloran como uno, ni cagan en el mismo lugar que uno. Y están ahí, con sus propias filias y sus propias fobias; con sus propios traumas y sus propios dramas. Aunque no te lleves con ellos, aunque no se lleven contigo. Y todos en el mismo pedacito de tierra peleándonos por hacer lo mismo de éste o de otro modo. Porque convivir entre iguales, o entre diferentes, siempre será un desmadre. Porque no todos siguen las mismas reglas, ni quieren las mismas cosas y el bien y el mal sólo depende del lado en que se mire. Y de todo eso se hace la Patria. Y de quién sabe cuántas cosas más.

                Y a pesar de eso, o precisamente por eso, es que con toda esa misma semejanza o diferencia, con toda nuestra carga cultural a cuestas, cuando se cierra la puerta del cuarto en donde se duerme, queda uno en su pedacito de tierra, más pedacito todavía, y nos encontramos a solas con nosotros mismos, sin otros que nos digan si es así o de otro modo, platicando en el mismo idioma que hemos conocido de toda la vida que la Patria, la de a de veras, va con nosotros a donde quiera que vamos, porque el héroe que la liberta no es otro que uno mismo y el pedacito de tierra es justo donde los pies se posan y las normas que lo consignan son de las que uno dispone y los lazos que nos vinculan están donde uno los encuentra, sin importar la frontera o la raza o la fortuna, detrás de cualquier patriotismo hay, antes que ninguna otra cosa o consigna, un ser humano tratando de ser algo, en medio de todo. Un ser humano que para gritar Viva, Arriba México tiene que estar vivo y comprender que esto de la Patria es algo más que un comercial en la Santa Madre Tele, que por encima de cualquier arquetipo patriotero, está uno, siempre uno, tratando de existir, a la mitad del mundo. Y, si no es mucho pedir, que señorita X lo comprenda.


[1] www.rae.es